Cuando en las democracias se usa la libertad de forma impulsiva y temeraria, se incita a la heurística de los desajustes psicológicos de la persona, los cuales establecen los paradigmas de la mala convivencia social, y la deshumanización de un país, haciendo su aparición las políticas vandálicas. Cuando en nombre de la libertad, en las democracias, se permite sugerir formas violentas de expresar la opinión; la difusión por cualquier medio de comunicación de soflamas demagógicas, que incitan al odio, estamos, en la antesala de políticas innegablemente montaraces, indignas del buen hacer de los hombres y mujeres que representan al pueblo.
Las políticas agrestes en las democracias, nacen en el oscurantismo de la libertad mal entendida, irrespetuosa y profanadora de la ética social en cualquier foro, la cual, auspicia la aversión por la verdad y la razón, las cuales, han sido el talante de los grandes políticos de otros tiempos, cargados de humanismo e intelectualmente bien formados, capaces de servir al pueblo desde la humildad, como el más alto honor a la nación, sin pragmatismos de zahúrdas.
Las políticas agrestes o vandálica, están sostenidas por quienes trabajan por la decadencia cultural de un país, las cuales, se avergüenzan de su pasado y manchan los pasajes más gloriosos de su historia, con un discurso montaraz, umbral de ideas maquiavélicas, y desde su facundia, fomentan las intrigas y las felonías más depravadas, inductoras de la anaciclosis de sus pueblos. Se producen políticas agrestes, cuando gobiernan las naciones, los yermos de la historia desde la zahúrda impenetrable de sus peores actos maniqueos, haciendo uso de la discordia y sembrando la indignidad en cualquier discurso y foro; promoviendo los conflictos internacionales y desoyendo las razones de la paz.
Son políticas bárbaras o agrestes las que desde el acto circense de su barahúnda, degeneran los mismos pilares sustentadores de las democracias, organizando el desorden y la descomposición sagrada del Estado de Derecho en sus mismas raíces. Floreciendo en ellas la mala educación, y el ensañamiento; la formación intelectual precaria y la violencia; la indignidad, y la sinrazón por cualquier lugar del país.