Es posible que el reciente veto de las autoridades mexicanas a Felipe VI -recuerden la toma de posesión de la presidenta Sheinbaum hace unos días- no haya recibido una respuesta adecuada a tenor de lo expresado por el gobierno español aunque su consiguiente rechazo a enviar una delegación al más alto nivel a aquel país parece una medida aceptable. Las quejas del presidente saliente, López Obrador, son conocidas. Aupado en el mal gusto, en errores notorios y en consideraciones mal interpretadas e impropias de un licenciado en Ciencias Políticas, vino a decir que el estado español, con la anuencia de la corona, es el responsable de una larga serie de ofensas y por tanto debe ofrecer disculpas o resarcimientos políticos para la reconciliación histórica. El malvado de este asunto fue Hernán Cortés. Cortez the Killer, según Neil Young.
Cualquier ciudadano, salvo que haya dormitado desde el día de su nacimiento hasta hoy, sabe lo que es y fue el colonialismo y lo que acarrea. Tanto para unos como para otros. Hasta ahí es fácil estar de acuerdo. Y cualquiera también sabe, o debería saber, que ciertos conflictos de envergadura (incluyan guerras, invasiones, conquistas, aculturaciones y demás) no transmiten las culpas jurídicas de los soldados, en este caso, a los políticos y sucesores de los vencedores o conquistadores de entonces. A su vez, no estaría nada mal que unos cuantos compatriotas actuales de Cortés dedicaran unos minutos a mirar las cosas desde un punto de vista normal, libre de tópicos, y no como hijos de señoritos. A López Obrador lo único que se le puede recomendar es que dedique tiempo en su retiro a la lectura. Y que no escuche música europea. Hay dos textos que le resultarán prácticos y le sorprenderán: El Pilar y Hernán Cortés, de Pedro Carasa (El Norte de Castilla. 6/10/2024) y Culpas históricas, de José Álvarez Junco (El País. 31/3/2019). Lo de la música es sencillo de entender… si escucha México (1972) mañana mismo veta a Les Humphries Singers y a sus descendientes. Tiene un ritmo que engancha pero la letra es un despropósito tan divertido que, teniendo en cuenta la nacionalidad de los miembros del grupo, es capaz de vetar también a la familia real británica y al gobierno alemán.