Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Aluvión de violencias

25/06/2024

Requerir los derechos de cada ser humano, desde luego, es el único modo de abordar las causas fundamentales de este aluvión de violencias, que nos deshumanizan por completo, creando más problemas sociales que los que resuelve. En cualquier caso, expandir el terror no es signo de fortaleza, sino de debilidad, fruto de una explosión ciega que nos degrada como seres pensantes, con una grave decadencia moral, rebajándonos del nivel racional, al pasional de la necedad y de los absurdos. Quizás nuestra asignatura pendiente sea la reconciliación, no la espada vengativa. 
Esto nos exige a todos, abrir los ojos y tender puentes, para que la paz vuelva a nuestros interiores y se proteja la vida, a pesar de todos los pesares, de toda clase de riesgos, contra todo surtido de deterioros y encrucijadas, siendo capaces de luchar por la justicia y de resolver los encontronazos que puedan brotar, poniendo en labor la generosidad, más aún con el genio de la adhesión. Indudablemente, tenemos que aprender a dominarnos, a saber pasar por alto los desaires, siendo tolerantes. Rechacemos actuar por interés materialista, resentimiento y nunca jamás por represalia. En cualquier caso, hemos de dejar de torturarnos entre sí, no hay excusa para recurrir a este tormento, por lo que necesitamos una mayor voluntad política de liderazgos, para combatir este tipo suplicios inhumanos. 
Esta espiral de atrocidades sólo la frena el prodigio del arrepentimiento y la grandeza de amonestarse. El buen juicio, como la sana conciencia, no necesita de la barbarie. Tampoco debemos acostumbrarnos a convivir con la brutalidad. Todo esto es antisocial, antagónico a nuestro propio estado anímico humanitario, que han de ser simientes de acuerdos y no de desacuerdos. No olvidemos que, en el fondo son las correspondencias entre las gentes, lo que imprime una sonrisa en el cuerpo y da vigor a nuestro caminar por aquí abajo. Al fin y al cabo, todas las cosas están relacionadas, comenzando por una respiración común y finalizando por un mismo techo colectivo. Practiquemos, entonces, el afecto a tiempo completo. Los efectos de la violencia dejarán de liarnos.

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