Siempre me gustaron los animales; verlos, estudiarlos, acariciarlos, que vivan bien, sanos, que no se les infrinjan males innecesarios, y hasta fui miembro de Adena y Greenpeace durante años. Que haya respeto me parece importante. Pero sufrimos gobiernos incoherentes y necios. Por un lado permiten megagranjas con infames explotaciones: miles de gallinas o cerdos en campos de concentración que suelen producir triste contaminación; por otro, nuevas leyes sobre bienestar animal, políticas de introducción de otras especies o de controles torpes...
En estas páginas leo una orden de la Junta para frenar la proliferación de jabalíes, ciervos y gamos en algunas poblaciones a fin de frenar la tuberculosis en el ganado ovino. En Italia han decretado algo parecido en ciertas zonas respecto a los jabalíes para evitar una extendida peste porcina. También aquí he publicado cómo yo cacé con mi automóvil dos bestias palentinas, y me costaron no poco, además del susto, cuando por mi camino se cruzaron. Y uno se pregunta, ¿por qué la pesada y estúpida máquina gubernamental no actúa o, mejor, deja antes actuar? Estos animales sin depredadores han proliferado muchísimo en los últimos años, destrozando cultivos, provocando accidentes, extendiendo pestes...
A mí me parece precioso verlos cruzar en la carretera y me encanta que haya muchos viviendo felices, pero la naturaleza es inexorable y si no se regula produce problemas. Desde Madrid, nuestro cretino gobierno intentó incluso prohibir todo tipo de caza, el mismo que puede condenar a alguien por matar una rata.
Basta que permitan la caza, con ciertas condiciones que eviten excesos, o la faciliten y así muchos obtendrán, además de buenas viandas haciendo ejercicio y disfrutando de un impulso instintivo, el fruto deseado.
De lo contrario, las batidas las hará, como en Italia, el ejército, enterrando los cadáveres en abominable derroche ecológico, masivas capturas industriales. Cuando de lo que se trata es de que haya un cierto equilibrio, basta permitir la libertad a los particulares para capturar sus presas, de modos que parecerían más naturales.