Manías íntimas que conviven mano a mano con nuestros hábitos gastamos todos a patadas. Hasta quien firmaría ante notario que no atesora apego alguno en sus comportamientos más rutinarios acumula costumbres, querencias, excentricidades y chifladuras que observadas desde el tendido sonarían a guilladura para encerrar. Porque son inconscientes, objetivamente intrascendentes y, a todas luces, innecesarias desde un punto de vista práctico. Pero tienen un no sé qué que qué sé yo que si no se suceden como acostumbramos a su proceder la cosa no comienza como tiene que comenzar. Porque si me calzo el calcetín derecho antes que el izquierdo, aunque ambos terminen aposentados en sus respectivos pinreles, no me sienta el café como me tiene que sentar. Para muestra este botón del que se está dirigiendo a ustedes. Pero eso, en mi casa y para mis adentros. Cuando de un protocolo profesional de actuación se trata, los actuaciones y procesos a seguir han de sucederse en la práctica como un mantra en el rezo si su exacta ejecución es insustituible, inexcusable e inapelable. Escribir un libro, plantar un árbol, tirarse en paracaídas… o montar un bar. Sueños en vida para muchos que pueden llegar a término real, o no. Pero si nos referimos al último, enderezando la temática hacia la vocación de esta columna quincenal, lo que idealiza nuestra cabeza en el negocio hostelero anhelado dista leguas de lo que en ocasiones sucede en el día a día del negocio. Y quien ha conseguido cumplir esa aspiración puede dar buena fe. Y desquicia llegar y encontrar manga por hombro lo que en nuestra cabeza es todo lozanía y engranaje. Desquicia tanto que hay quien abandona por imposible, cuando la idea era fantástica. Porque si hay que ventilar, arrancar aire acondicionado, encender tal luz y tal otra y la música de fondo, dotar de papel higiénico a los tronos, y agasajar con tapa a todos y cada uno de los parroquianos… etc, etc, etc… LO QUE HAY QUE HACER TODOS Y CADA UNO DE LOS DÍAS es ventilar, arrancar aire acondicionado, encender tal luz y tal otra y la música de fondo, dotar de papel higiénico a los tronos, y agasajar con tapa a todos y cada uno de los parroquianos… etc, etc, etc… Y en tu casa los calcetines te los pones como te salga del higo. Pero aquí, es sagrado.