Este 10 de noviembre, celebramos el Día de la Iglesia Diocesana, el primero que celebro entre vosotros en Palencia. Con estas líneas quiero en primer lugar, agradecer a Dios el regalo que me ha hecho con cada uno de vosotros, con cada comunidad cristiana, a quienes os quiero servir con toda el alma. Y junto con ello, recordaros, animaros a tomar conciencia hoy de que ha habido una llamada por parte de Jesús, el Señor, que nos ha cambiado la vida.
La jornada de este año la celebramos en el trágico contexto de las muertes y desastres causados por la DANA en Valencia y otras comunidades. Por otra parte, avanzamos en el esperanzador marco de un curso marcado por el Jubileo y por el Congreso para las Vocaciones. Aquel nos espolea a la solidaridad, y estos, a reconocer que hemos sido creados por Dios con un propósito. La campaña parte de la convicción de que todo hombre, toda mujer, es un buscador nato, somos seres espoleados por la inquietud de que la vida ha de ser más hermosa y satisfactoria para todos de lo que constatamos en el día a día.
Lo que debiera marcar la diferencia en los católicos es la experiencia de haber sido llamados, ese y no otro es el sentido genuino de la palabra Ekklesía, Iglesia: asamblea de los llamados, de los elegidos. Llamados por Cristo, transformados por su propuesta, cautivados por su persona, liberados por su Pascua.
Constato que vamos siendo conscientes de la necesidad de que nuestra Diócesis camine decididamente hacia una genuina corresponsabilidad de todos los bautizados. Poco a poco abandonamos actitudes pasivas, inerciales y cómodas, donde unos pocos lo hacían casi todo, y la mayoría "colaboraba" puntualmente. Todos los seguidores de Jesucristo en el seno de la Iglesia, en cuanto llamados y elegidos, hemos recibido de Dios la vida, la fe y el amor, que no pueden ser encerrados y menos, acumulados.
Con su llamada, Dios nos cambia la vida. Os invito a reconocer las tres T que ha puesto en nuestras manos el Padre por medio de su Espíritu: "Tiempo, Talento y Tesoro". Si llegamos a reconocer que todo es don y regalo, no podemos conformarnos con compartir con los demás las migajas que caigan de nuestra mesa, sino que tendremos que poner en la mesa del banquete del Reino mucho más. Lo que vivimos en la Eucaristía dominical ha de extenderse a toda la semana, a todo el año.
Compartir el tiempo, priorizar a Dios y a los hermanos en nuestra agenda es condición básica de seguidores de Jesús. Nunca las prisas priven al hermano de una mirada, una charla, una visita. Y compartir el talento, descubriendo el carisma que el Espíritu ha puesto en mí para enriquecer a toda la comunidad: enseñanza, compromiso, cuidado, oración, anuncio...
Y compartir el tesoro, las cosas, los bienes, el dinero con la parroquia, el grupo, la diócesis, para que la corresponsabilidad pase, de ser un buen sentimiento, a ser la realidad más íntima y más palpable entre los católicos. En una comunidad corresponsable, todos nos hacemos cargo de todo, y adquirimos deberes y derechos para que la gestión sea de todos. En definitiva, vivir con un solo corazón, poniéndolo todo en común fue el arranque de la comunidad de Jerusalén y cambiaron el mundo de entonces.
¿Y si lo que buscas está en tu interior?. Es la pregunta del cartel de la campaña de hoy. Una interrogación nada teórica, y que costó lo suyo responder a hombres como San Agustín y a mujeres como Santa Teresa de Jesús. Superficialidad u hondura, banalidad o santidad, son la encrucijada para ir a vida o a muerte. Recordar esa llamada que cambia vidas nos ha de mover a los cristianos de Palencia a vivir la vida como don. Somos el regalo que Dios hace al mundo, a tantas personas que todavía buscan, esperan, sueñan con un mundo nuevo que les parece una quimera, una utopía.
Dos mil años después, el Señor nos sigue animando a que seamos uno, como Él lo es con el Padre. Sólo así el mundo creerá, sólo así se revitalizará el tejido comunitario y no faltarán respuestas a la llamada, a la vocación que Dios incansablemente nos lanza a cada uno. Día de la Iglesia Diocesana, día para considerar "cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho". Compartiendo, sirviendo, amando. Gracias de corazón, Señor, por fiarte de nosotros.