Jesús Fonseca

EL BLOC DEL GACETILLERO

Jesús Fonseca

Periodista


El triunfo de la cultura marxista

05/11/2023

Estamos en guerra y están sucediendo tales atrocidades, que merece la pena reflexionar hacia donde vamos, así sea en una gacetilla. Lo primero que hay que dejar claro es que, nuestra civilización, ha sido capaz de salir a flote contra viento y marea, para seguir asombrando al mundo con su inagotable capacidad para sacar fuerzas de flaqueza. A pesar de los pesares –y son muchos–, la historia de la civilización occidental, resulta admirable cuando vemos lo que Europa y América han aportado a la humanidad. Durante más de 20 siglos y, con los mimbres de la razón griega, el derecho romano y el humanismo cristiano, una civilización que alzó monasterios y universidades, suprimió la esclavitud y descubrió América, ha sido capaz de sobreponerse a los más increíbles horrores, como los crímenes del comunismo soviético y del nazismo; y ahí seguimos en la lucha que, como canta Gardel, «es cruel y es mucha». Lo cierto es que los europeos, desde el siglo XVIII, a través de la ciencia y sus aplicaciones técnicas, hemos mejorado hasta lo inimaginable las condiciones de vida de millones de seres. Esos resultados han llevado a pensar que todos los retos del saber tendrán una respuesta científica, y que lograrlo sólo es cuestión de tiempo. Algo cuestionable. Pero lo cierto es que progreso, educación y bienestar, se han abierto paso. La pregunta, ahora mismo, es cuál es el ideal de la sociedad del siglo XXI. La respuesta la conocemos todos: la libertad personal. De hecho, los tribunales europeos, conceden al individuo la facultad de orientar su vida como le venga en gana y el derecho a determinar la ley a la que se somete. A menudo él mismo es la ley, y poca capacidad tiene la sociedad para emitir un juicio moral sobre su comportamiento. Ha triunfado el superhombre de Nietzsche. Una deconstrucción que observamos en la bioética y la defensa de verdades eternas. José Ramón Ayllón, autor de 'Breve historia de occidente' libro en el que vale la pena reparar por su capacidad para ir a lo esencial, deja claro algo que está condicionando nuestras vidas: «el marxismo económico y político ha fracasado. Pero el marxismo cultural ha triunfado». Si la lucha violenta de clases resulta impensable en las principales democracias del mundo, en cambio la confrontación de ideas forma parte de su esencia, lo cual está bien; lo que ya no lo está tanto, es que esa lucha busque la demolición de la cultura occidental y su verdadero objetivo sea socavar sus cimientos, arrojando sólo sombras de infamia sobre el pasado. La demonización de todo lo que no convenga a los intereses del nuevo marxismo es implacable. Y todas las versiones del marxismo, desde las más totalitarias hasta la que padecemos ahora, tienen un único objetivo: desmantelar una milenaria concepción de la vida en cuyo centro está Grecia, Roma, la ley natural y la familia; y está, sobre todo, el Dios cristiano, con el que hay que acabar como sea.