El ejercicio de la política, supone honradez mental y madurez psicológica, y una dedicación cuasi absoluta al servicio común de los ciudadanos y de la nación, todos los días y años que dure el mandato. Así lo entendieron y así lo hicieron los emperadores Justiniano y Teodora en el siglo VI, de Bizancio. Y el emperador Carlomagno, en el Sacro Imperio Germánico, en el siglo IX, ellos unificaron sus imperios y cuidaron el saber y los campos del arte, la arquitectura y las leyes, sobre todo, nunca dejaron de asistir a los menesterosos de su tiempo, cuidando su asistencia permanente con veneración. Las políticas ilegitimas surgen, cuando quienes ejercen el poder se convierten en sátrapas y se aferran al poder envueltos en la indignidad, y amparándose en la farsa, conducen a la degradación de una nación ante el mundo y la miseria de un pueblo. Las políticas ilegitimas se mantienen en el poder cuando pierden elecciones democráticas, por ello mismo, sus decisiones pierden validez, sus leyes son ilegitimas, sus mandatos carecen de autoridad y su poder es ilegitimo, que solo puede ostentar con legitimidad quien salió vencedor en la contienda electoral. Los políticos que se obstinan en mantenerse en los gobiernos, habiendo perdido la confianza de sus pueblos, son lesos de traición a su nación, y carecen de capacidad: moral, política y jurídica, para gobernar, para representar, para ostentar el poder, para decidir sobre la voluntad de su nación, la cual secuestró, humillando su destino y su libertad. De las políticas ilegitimas nacen: la deportación, las detenciones, la tortura, las atrocidades y la indigencia de sus pueblos. Los políticos ilegítimos padecen trastornos psicológicos con patologías psicopáticas, consecuencia del apego al poder por encima de sus pueblos y de sus naciones. Su egocentrismo es narcisista y ellos tienen que prevalecer ante las sociedades de su tiempo, estas, incapaces institucionalmente de ordenar el poder y la nación. Cuantas naciones permiten la violación de unas elecciones, y que accedan al poder quienes las perdieron, pierden el carácter de naciones democráticas y adquieren el de dictaduras y asaz demagógicas, perdiendo el honor de su historia y por ende su grandeza.