Atisbamos tras cada celebración las figuras del duelo y del pacto. Al comienzo de un nuevo año, celebrando su llegada desde el primer segundo, se notan aún más si cabe.
Duelo por el tiempo que va pasando, ya perdido para siempre, y duelo que elaboramos por quienes ya no están para celebrarlo. La verdad es que no solamente en las solemnes celebraciones se evoca a nuestros ausentes, puesto que hasta en el mínimo festejo celebrando un éxito deportivo se recuerda a quienes ya no están. Atraviesa todas las edades, de suerte que los más jóvenes gustan de dirigirse con gestos a los más próximos perdidos, mientras que los más mayores superan difícilmente eso que el gran poeta Antonio Gamoneda nombró en un título de un libro como Arden las pérdidas. Todo el dolor por lo perdido puede tramitarse inteligentemente, con restos, pero sobre todo nos da la gran lección de una sabiduría de vida que conviene educar desde la cuna, la de saber perder. La vida no vale nada si no se ha aprendido a perder.
Respecto al pacto es muy curioso el contrato que cada uno firma consigo mismo cuando empieza un nuevo año relativo a cambiar, a mejorar, a abandonar hábitos nocivos. Pacto que si suele romperse pronto no es por poca fuerza de voluntad, como se nos insinúa, sino porque el principio de la repetición, y el persistente goce concomitante, es más poderoso amo de lo que suponemos. Del pacto con los otros, a quienes nos unen lazos de cualquier tipo, lo extraordinario es que nos ilusionan más, son menos efímeros y más poderosos, los propósitos y proyectos en común nos humanizan más que los individualismos.
Las figuras del duelo y del pacto en los finales y comienzos de cada año nos permiten pensar con más hondura el calendario, que lejos de ser un estorbo, es una campana que puede ser usada para despertar, empleo mejor que para seguir dando vueltas en la nostalgia.
Tampoco está de más en los duelos y pactos que subyacen en esta celebración anual recordar a Dostoievski escribiendo a su hermana: «la vida está siempre más en nuestro interior que fuera».