Me interesa más el despertar, proclama Benjamin Labatut, el escritor de Maniac y de Un verdor terrible. Es una idea que ha acompañado también mucho mi vida de psicoanalista, más pendiente de la llegada de ese instante a lomos de mis analizantes, que del insufrible dormitar de la mayoría que nos rodea. De hecho, fue Freud quien aseveró que la mayoría desea dormir, y que lo que le cuesta de verdad cada día a esa mayoría es despertarse y salir al mundo, abandonando los placenteros refugios.
Un amigo de John von Neumann, ese genio matemático del siglo XX al que debemos el mundo de ordenadores que nos rodea, dijo que era «el único despierto». Y cuando en nuestra vida cotidiana queremos elogiar a un niño muy pequeño precoz solemos decir que está muy despierto.
Al «cierra los ojos y mira» de Wittgenstein, una verdad incuestionable, se aproxima este deseo de animar a despertar para ver lo invisible, que como Labatut pienso que es justamente lo que nos mantiene vivos, aun cuando el nombre de lo invisible que me gusta más es el nombre de «deseo».
Podemos tener de todo, podemos tener lo material y lo necesario para subsistir, pero si no tenemos eso invisible que se llama deseo, entonces estamos ya muertos simbólicamente hablando, o vivimos dormidos pidiendo pautas. Una caterva de amos siempre estará dispuesta, desde el dominio, a ejercer la distribución de pautas concretas y sencillas…para vivir mejor sin meterse en líos.
Quienes me decían desde tiempos inmemoriales que lo esencial era ser razonable me despistaron lo justo, afortunadamente, porque «el sueño de la razón produce monstruos», y no se puede avanzar mucho sin leer a Unamuno y su famoso prólogo a su Vida de Don Quijote y Sancho. Piénsese en la lección del universal Quijote animado por esa estrella refulgente y sonora. La fortuna es encontrarse cerca, o caminar al lado de algunos mínimos locos que busquen la utilidad de lo inútil. Y que aunque duela, canten las verdades del barquero, para ser los despertadores que nos sacan del confort y la rutina. Como hace un loco. Como hace un adolescente febril. Como hace un niño despierto.