Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Tiempo tenemos...

13/07/2024

Quizá recuerden haberme leído el ejemplo ese del bajo del pantalón, que es mejor dejarlo largo, que puedes seguir cortando, a meter el tijeretazo hasta mitad de pantorrilla y quedarte con unos piratas porque ya no quedan más huevos (mis disculpas, aunque la ocasión lo merezca). Recuerdo haber echado mano del asunto cuando hablamos sobre la temperatura de servicio del vino. Explicábamos que, ante la duda y para intentar acercarnos a la querencia de cuantos más clientes mejor, la opción más acertada es conservarlos un par de grados por debajo de la teórica temperatura de servicio de cada tipo de vino (blancos, rosados, tintos, espumosos, dulces…). Es bien sencillo. Si lo servimos un poco más fresquete y al cliente le gusta fresquete, todo correcto; pero si le gusta un poco más caliente el efecto chambrer (adecuación de su temperatura al ambiente y al recipiente) en unos pocos minutos obrará de oficio e irán subiendo los centígrados del morapio. Si quisiéramos acelerar el proceso, con poner las manos en la base del cáliz de la copa arropándola un instante, bastaría. Y todos contentos. Ahora, si los servimos caliente como sopa de cocido, o a temperatura ambiente con la ventana abierta y cuarenta grados a la sombra, la marcha atrás nos dejará embarazados porque, valga la redundancia, ya no habrá una vuelta atrás cómoda.
Un detalle que la parroquia clientelar hostelera agradece, y mucho, a un camarero, maître, jefe de sala o encargado, es esa grandiosa y majestuosa sugerencia que reza algo así: «Creo que de momento han pedido suficiente. Dejémoslo así por ahora y si les apeteciera algo más, tiempo tenemos de pedirlo». Todo depende de la hora y de la situación, claro está y, ojo, teniendo presente que un camarero también es un vendedor; pero ese simple comentario y lo que conlleva es recibido siempre con agrado por parte de los comensales. Imaginen al contrario y sin que tercie error inconsciente en la escena, por supuesto, que te instan a pedir más y luego sobra comida…
Así que, como el bajo del pantalón… tiempo de pedir, hay. Ese sencillo y sincero gesto nos dotará de credibilidad ante nuestros clientes por la honestidad, profesionalidad y buen consejo percibidos. Es una buena senda que, además, fideliza.