Este escenario sería el lógico y natural en cualquier sistema político que se considere mínimamente democrático, dadas las múltiples circunstancias que pueden argumentarse para disponer de tal medida. También les confieso que ese es mi deseo más importante en estos momentos de inestabilidad, descrédito nacional e internacional, confusión ciudadana, claudicaciones vergonzosas, negociaciones oscuras y un sin fin de situaciones que padecemos cada jornada, cada día de la semana.
Pero hecha esta aclaración, para duelo y lamento de los que promovemos e incitamos a la ciudadanía a secundar el adelanto electoral, afirmo categóricamente que esto no va a tener lugar. Pedro Sánchez, atrincherado en la poltrona que no ganó en las urnas, bien protegido por su guardia de corps republicana, independentista, filoetarra y comunista, permanecerá en el poder el resto de la actual legislatura. He apostado con algunos militantes y simpatizantes socialistas al respecto. Ellos, con cierta vergüenza bien disimulada, reconocen la gravedad de la particular y personalista forma de proceder de su líder, más temido que amado, al menos en estos últimos tiempos. No les gusta lo de la cuestión catalana, tampoco las políticas migratorias -que no las hay-, o los escándalos de corrupción que están salpicando al conjunto de la masa social de votantes del puño y la rosa. Algunos me dicen, con poderosa razón, que la alianza con Sumar ha sido un fiasco y que la operación política ha dado como resultado restar.
Fuera del todopoderoso Comité Federal, las cosas se miran de otra manera, con más libertad, cuanta menos responsabilidad política tengas, de lo contrario la purga sería el resultado del atrevimiento de contradecir al apolíneo presidente.
A modo de conclusión afirmo dos razonamientos por los que justifico mi pesimismo frente al futuro que nos aguarda: A) Los partidos satélites -verdaderos vampiros del PSOE- no van a dejar caer al gobierno, pese a su postureo. Con Sánchez tienen barra libre. B) La personalidad narcisista y soberbia que atesora nuestro «querido» presidente. Él se cree un verdadero hombre de estado que pasará a los anales de la historia.