Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Pendientes de Waterloo

16/01/2025

Carles Puigdemont está enfadado como un mono, por decirlo finamente. El expresidente de la Generalitat estaba convencido de que conseguiría regresar al despacho más importante de Cataluña tras cinco años que él y sus seguidores llaman "exilio", y que no es tal sino los años que lleva instalado en el barrio bruselense de Waterloo para huir de la justicia española. Bien instalado en un palacete pagado por simpatizantes y por dinero público, en el que recibe con las maneras de un reyezuelo sin reino, que son los que hacen más alarde de ostentación.

Está enfadado como un mono con Pedro Sánchez, que le prometió amnistía pero sigue sin que se le aplique aunque la ley fue aprobada -cabe la posibilidad de que Sánchez ignorara que las leyes las aplican los jueces, pero cuesta creerlo-, mientras Puigdemont y su partido, Junts, han permitido que Sánchez se mantenga en gobierno aunque no ha ganado las elecciones.

Visto que no cuenta con los apoyos necesarios para ser presidente de la Generalitat, ha decidido aplicarse con ganas a un vicio muy español: la amenaza. Pero ha encontrado un adversario experto en esas lides, Pedro Sánchez, que aguanta el tirón convencido de que Puigdemont va a ceder en el último momento.

El espectáculo es apasionante, como para reservar butaca de primera fila. Puigdemont, en una jugada desconcertante para cualquiera que no sepa que el desconcierto es habitual en política, ha puesto en la mirada en Feijóo, para ofrecerle un pacto antinatura: que apoye una iniciativa parlamentaria para que Sánchez se someta a una cuestión de confianza. Inconvenientes: que Feijóo no está por la labor porque lo que él quiere es contar los votos suficientes para presentar una moción de censura. Con el compromiso, si la gana, de que convocará elecciones inmediatas. Segundo inconveniente: que nadie, ni siquiera el parlamento, puede obligar a un jefe de gobierno a presentar una cuestión de confianza. Es una decisión que compete exclusivamente al jefe de gobierno en exclusiva. Eso sí, Puigdemont amenaza con que, si Sánchez no presenta esa cuestión de confianza, él y su partido, Junts, dejarán de apoyar al presidente y no podrá aprobar ninguna de las leyes que tiene en mente.

La política española va de pena. Líderes sin preparación ni compromiso con su país, preocupante déficit democrático, mercadeo vergonzoso de votos a cambio de prebendas que provocan desigualdad, y judicialización de la vida pública con una metodología insultante: neutralización, desde Moncloa, de los jueces o fiscales que no se someten al jueguecito mantenerse en el poder a cualquier precio. El que sea.

En ese clima, los cruces de amenazas se han hecho virales. Hasta ahora, no se les daba importancia porque las lanzaban personajes que cambian de criterio según les llega el viento. Pero Puigdemont … El independentista catalán es otra cosa. Se aburre en Waterloo, se siente engañado, y presume de que cumple lo que dice. En su caso es cierto. Así que toca esperar y ver qué se decide este viernes en Waterloo.