Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Alma, ¡no armas!

26/09/2023

Abandonemos los artefactos, que lo único que alientan y alimentan son problemas y peligros. Es cierto que no es fácil custodiar la paz. Es una labor continua que no puede desfallecer. Confiemos en que fluyan los sentimientos del pulso sin pausa, que su pentagrama nos ennoblezca y exalte la hermosura de nuestros propios latidos vivenciales. Indudablemente, hay que desacoplarse del mundo y acoplarse al verso del verbo. Prefiero la oda al odio. Regresemos al reino de la poesía, al diálogo acorde con los signos de la adhesión, totalmente entregados con quietud de pulsaciones y nulos tormentos. 
A propósito, nos alegra que una de las prioridades de las Naciones Unidas sea el desarme nuclear. De hecho, fue el tema de la primera resolución aprobada por la Asamblea General, en 1946, y ha formado parte de su agenda desde 1959, junto con el desarme general completo. Sin embargo, los países poseedores de dicho armamento, en lugar de destronarlo, cuentan con programas de modernización de sus arsenales y con más dotación de fondos. Somos así de necios y destructivos, en lugar de ser rapsodas de esperanza. 
Proporcionemos atmosferas menos tensas y más níveas, renunciemos a las guerras en familia, en los barrios, en los pueblos, en los lugares de trabajo; y, al fin, aceptemos la conjugación del amor de amar amor, como vínculo de continuidad del linaje. 
Un buen acto de contrición es la mejor cirugía de sanación. Salgamos de ese orbe interesado, derribemos las fronteras y levantemos el espíritu de la mano extendida por todos los rincones. 
Toda la tierra está al alcance del ser humano, no importan razas ni culturas, ya que la nacionalidad de una fibra inmortal es el propio cosmos, jamás el caos. Por cierto, una de las ventajas de las buenas acciones es la de elevar la voz interior, ofreciéndola en continuidad de progreso y como prosperidad vivencial. De ahí el requerimiento de dejarnos oír internamente, ya que no hay mejor desarrollo integral que avivar el camino del bien, la senda de la bondad, para llegar al horizonte de la familia en comunión y en comunidad, que es como se injerta y brota ese poema perfecto, reclamado por el astro como secuencia existencial.