Yo visité hospedado, las celdas de comisaria de la calle Joaquín Costa de Valencia. Compañeros de Arquitectura del FRAP habían roto los escaparates de Airwell por ser establecimiento americano y nos sorprendieron encerrándonos a tres amigos que no teníamos nada que ver. La madre de M., esposa de militar de alto rango, delicada francesa, terció por nosotros y suprimió nuestro entuerto sacándonos del trullo. Hoy nos sirve de recuerdo lo que entonces fue un problema. Desde entonces, amigos para siempre. Como M. vive en Mallorca, le pregunté por la presidenta Balear y me dijo: «¡Bah!, Una tontita». Pero al ver que era farmacéutica no me encajó, tan tonta no sería. Hoy veo que M. tenía razón. Se ha dejado presionar desde el gobierno, ha comprado mascarillas a una trama de estafadores gubernamentales, ha comprobado que no eran idóneas, ha exigido un certificado de idoneidad a un funcionario, las ha escondido y pagado con fondos europeos. ¡Ni a posta! Una irresponsable tontita. Y como la vieron vulnerable y apta para su servicio, estos listos la hicieron presidenta del Congreso, la aumentaron su categoría para que cada día hunda más el corvejón, como la mañana del discurso de la Princesa Leonor. El periodista Fernando Díaz Villanueva, muy fino, pone como título a un artículo suyo en Vox Populi: Armengol o lo inexplicable. Botica a cuenta del padre, poco útil por cuenta ajena. Y ahora veo que, en esos días de pandemia, en Mallorca impusieron una sanción de 60.001 euros (diez millones de las antiguas pesetas) a una señora -prostituta, pero señora- por encontrarla en su piso con un caballero. Ella admitió su oficio, pero eso no significaba que el caballero estuviera en un servicio. La propia mujer reconoce que en el domicilio se ejerce la prostitución, pero que «no la ejerció durante el estado de alarma». El Tribunal Superior de Justicia de Baleares ha estimado el recurso interpuesto por ella contra la Comunidad Autónoma, anulando la multa de 60.001 euros que el anterior Govern le impuso por tener un prostíbulo abierto durante la pandemia. Lista por cuenta propia.
Adiós M., querido mallorquín.