La primera vez que se escuchó hablar en la capital de las redes de calor fue en 2019, cuando en estas páginas se informó de que gracias al Proyecto Clima impulsado por el Ministerio de Transición Ecológica, Palencia había sido elegida para albergar uno de los diez proyectos en entornos urbanos impulsados por la compañía DH Eco Energías.
Entonces se las denominaba district heating o calefacción urbana, y disponer de una red de calor alimentada con biomasa y energía solar capaz de elevar a cotas no vistas hasta entonces la sostenibilidad energética en la capital mediante la reducción de toneladas de gases de efecto invernadero, la eliminación de focos de contaminación y un control más eficiente del impacto ambiental, mientras, a la vez, se garantizaba un ahorro de hasta un 25% sobre el coste actual de calefacción y agua caliente sanitaria para miles de familias en cuyos edificios aún funcionaban calderas comunitarias, era una oportunidad que el Ayuntamiento supo ver y aprovechar.
Sin embargo, durante los últimos meses se ha puesto negro sobre blanco que a las anteriores corporaciones municipales les faltó acierto para llevar las riendas de un proyecto de gran impacto para la ciudad, que actuaron sin analizar cómo se tenía que desplegar esa red de calor, a qué zonas de Palencia debía llegar porque concentran más calderas comunitarias y a cuáles no, ni cuál era el mejor método para llevar este servicio a los palentinos, si público o privado.
Hoy nos encontramos no con una sino con dos redes de calor, una planificación que va a llegar a casi 300 calles de la ciudad y la sensación de que las cosas se podían haber hecho mucho mejor en la parte que corresponde a la administración.
Sin embargo, estas dificultades no deben empañar las bondades de esta tecnología, sobre todo ahora que ya parecen superados los problemas. Dos empresas referentes en el sector van a desplegar -una lo está haciendo ya- una inversión en la ciudad que supera los 60 millones de euros, con lo que ello supone en materia de empleo.
Del mismo modo, se va a apostar por un combustible, la biomasa, con el que se obtiene energía a partir de desechos y residuos orgánicos, principalmente de origen vegetal (huesos de aceituna, cáscaras de frutos secos, restos de podas...), lo que, a su vez, puede ser una oportunidad de desarrollo en muchos pueblos de la provincia.
Y, lo más importante, se va a reducir de forma muy significativa tanto el gasto energético como las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, logrando el objetivo de ser una ciudad más sostenible y más respetuosa con el medio ambiente.