Descubrí la figura del flâneur leyendo el libro de Los Pasajes de W. Benjamin y posteriormente, debido a los estudios de mis hijos, pude visitar las galerías Vivienne, Colbert… en París. Puedo imaginarme a Benjamin practicando por París el flâneur que había descubierto en Baudelaire. Puedo imaginarle observando como los transeúntes se quedaban enganchados en los escaparates de estos pasajes, a la vez que criticaba la estructura productiva de aquel género deslumbrante. Éste decía que desorientarse en la ciudad no tenía nada de particular, pero perderse en una ciudad era como perderse en un bosque, hay que estar preparado para ello. Los nombres de las calles tienen que hablar al perdido, igual que el crujido de las ramas hablan al perdido en el bosque. El sol en las calles estrechas tiene que darle las horas y el deambular de sus gentes, con sus comportamientos, deben introducirle en el alma de la ciudad.
Benjamin transformó la pregunta kantiana: ¿Qué es el hombre? En otra más acorde con su peripecia vital: ¿Cómo vivir? Alguien como él, que no hizo más que acumular proyectos fracasados, pensaba que el hombre ávido de conocimientos debe transitar todos los extremos del pensamiento si ha de conceder que ha vivido, por eso, ejercer de flâneur por París iba de acuerdo con su condición vital. Sin embargo ha pasado un siglo desde aquellos años 20 y el mundo ha cambiado mucho bajo el mismo sol.
La semana pasada he visto en el Diario Palentino una declaración de intenciones de Jesús Martín Santoyo de ejercer de flâneur en Palencia, lo cual me ha llenado de alegría y de expectación pues es admirable su pundonor. En una ciudad pequeña en plena decadencia demográfica, donde se ven más ancianos que niños; exportadora de conocimiento, es decir, de jóvenes que podían crear riqueza aquí y se tienen que ir fuera; donde el pequeño comercio va desapareciendo poco a poco, a la vez, que el consumismo anestesia la voluntad de superarse, y lo único que aumenta es el sueldo de políticos necrosados intelectualmente; es digno de agradecer una iniciativa como la de Jesús. Aunque me gustan más los marginados de las novelas de Dostoievski. Te leeré con fruición. Bienvenido amigo.