Empezar a hacer ejercicio, aprender idiomas o recorrer el mundo. La lista de nuevos propósitos con el cambio de año es tan numerosa como personas optimistas existen Sin embargo, lo que comienza como un cambio de hábitos con la mayor de las ilusiones rápidamente se puede tornar en una decepción por no alcanzar las expectativas deseadas. Aunque el cambio de calendario es el acontecimiento perfecto para dar un giro de 180 grados, los matices psicológicos, tanto positivos como negativos, están presentes.
«El año nuevo trae la idea de que podemos cambiar nuestra vida, pero la realidad es que no nos podemos librar de algunas cosas solo con buenos propósitos y fuerza de voluntad», asegura la psicóloga y psicoanalista Ángela González. «Primero hay que afrontar la propia realidad y promover metas pequeñas, ya que, sino, el efecto que se consigue es el abandono», añade, a la vez que incide en la idea de que «cambiar tiene que ver con poder mirar nuestras cosas desde otro lugar y dar respuestas diferentes a las preguntas de siempre». «Ojalá nos sirviera con la buena voluntad, pero no es el caso», subraya.
Acumular una larga lista de cambios no es una buena idea para aquellos que quieran materializar sus nuevos objetivos en resultados. «La experiencia nos dice que proponerse dejar de fumar, ir al gimnasio o hacer dieta, todo a la vez, hace que al final no se consiga nada», detalla González, a la vez que subraya la importancia de «poder asumir lo que uno sea capaz de promover por sí mismo, ya que lo otro son ideales ajenos a la realidad que pueden provocar frustración en las personas». «Mucha gente, pocos días después de haber empezado el año, ya los ha abandonad», añade. «Es mejor dedicarse unos minutos a preguntarse a quién se pretende imitar», asevera la psicóloga. Y es que, según explica, proponerse adoptar una vida más saludable, por ejemplo, siempre será a condición de hacerlo conociendo al propio cuerpo. «Si a alguien se le hace insoportable algo, sabe que no es casualidad, sino que tiene un motivo. Hasta ese momento, es un quiero y no puedo», apostilla. No obstante, González señala que el fracaso de estas pretensiones «no son el motivo» por el que los pacientes acuden a su consulta. «El no cumplirlos no hace que se solicite ayuda, aunque sí que es verdad que tienen un punto tangencial en común: las difíciles relaciones con el propio cuerpo».
A pesar de todo ello, « necesitamos tener ilusiones». La explicación reside en «el deseo», pues, como apunta González, «es el motor de las persona». «Fantasear con lo que podemos conseguir, si estamos dispuestos a pagar el precio que conlleva, es muy saludable». subraya. «Un buen ideal para todos pudiera ser 'ser mejores' con el nuevo año», concluye.