Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


Toledo, cualquier tiempo

01/09/2023

Cuando me acomodé en el espectáculo de esta ciudad manchega, porque Toledo es un espectáculo, olvidé un poco todo lo que había visto antes, todos los pueblos y ciudades que recorrí con anterioridad, que no son pocos. Antes de conocer un lugar, lo imaginamos. Yo creo que nos hacemos una ciudad a nuestra medida, y siempre encontramos otra bien distinta al plantarnos en ella, que no desmerece en este caso, que te invita a seguir imaginando lugares donde se vive, en buena medida, explicando historias del pasado.
No es aconsejable ir a Toledo en julio -me dijeron amigos y conocidos que viajaron antes-. Incluso, al buscar información, observé cómo, las agencias y los medios más involucrados en el pulso del turismo, desestiman agosto, cuando la ciudad se queda prácticamente vacía, porque la mayoría de los toledanos aprovechan para coger sus vacaciones. Otras fuentes consultadas aconsejan visitar la ciudad en primavera, cuando se dan temperaturas suaves. Lo cierto es que, aunque anduvimos rondando los cuarenta grados, fechas idóneas son todas, porque Toledo es con buena razón una de las ciudades más acogedoras del mundo.
Al hilo de los últimos hallazgos, no es difícil imaginarse otra ciudad que duerme bajo aquella: refugios, sinagogas, edificios de distintos estilos que atesoran reliquias de todos los pueblos que pasaron por Toledo, capital del Imperio desde 1519 a 1561. Como curiosidad, dicen que el mazapán lo inventaron las monjas del convento de San Clemente, cuando se acabó el trigo y la ciudad fue asolada por los árabes. Ellas decidieron crear un plato con los únicos ingredientes que tenían a mano: azúcar y almendras. Posteriormente, pasteleros y comerciantes, aprovechando la anguila que se criaba en el Tajo, hicieron su versión dulce en mazapán.
Mientras la guía lo explica a las puertas del convento, te trasladas por un momento a 1212, para contar los carruajes que entraban a Toledo pagando el correspondiente impuesto de Portazgo.