La palabra detergente procede del verbo latino "tergere", que significa limpiar. No es extraño, pues, que en el lenguaje publicitario, hubiera una batalla de adjetivos en la que predominaba "el más limpio".
Los detergentes para limpiar los delitos también rivalizan en eficacia y rapidez. Está el detergente preventivo, cuyo ejemplo más preclaro es la Fiscalía General del Estado. En realidad, la FGE no tiene como objetivo la limpieza, sino ensuciar con los delitos descubiertos. ¿Cómo se puede convertir en detergente? Llevando a cabo una clasificación de la ropa: si la ropa procede del PSOE, entonces no se acusa de ningún delito, y la ropa ni siquiera tiene que pasar por la lavadora. Ahora bien, si la ropa es de partidos políticos del centro derecha y de la derecha, entonces la ropa se pone perdida de suciedad penal hasta que un juez decida si eso era cierto o no.
Luego, tenemos el detergente Sánchez, en dos modalidades: la más suave es la de extraer del Código Penal algunos delitos que dejan de serlo, con lo que los que los cometieron sacan la ropa limpia. Pero el de clase más potentes es el de la Amnistía, un detergente que se aplica, de golpe, a cientos de personas, y dicen que deja la ropa como un azulejo blanco, recién pasada la bayeta, aunque los recuerdos son tan recientes y tan nítidos que arrojan algunas sombras. Pero sin duda el detergente que lava más limpio es el Constitucional, porque le llega la ropa manchada por un juzgado de instrucción normal, por la Audiencia Provincial y, encima, hecha un trapo gracias al Tribunal Supremo.
Sacar la conclusión de que el juez de distrito que instruyó y el juez que juzgó, se equivocaron ambos; que se equivocaron los magistrados de la Audiencia Provincial, llegado el caso y, además, que los componentes de la Sala del Tribunal Supremo, no saben nada de Derecho y son unos zopencos, le convierte en un detergente excepcional, algo nunca visto en la industria, y por ello merece el reconocimiento de la sociedad. El presidente del Tribunal Constitucional ya hizo sus ensayos cuando fue nombrado por el PSOE Fiscal General del Estado. Aquellas primeras maniobras, donde ya nos advirtió de cómo quitarle a las togas el polvo del camino, le han convertido, años después, en un descubridor de limpiezas, sin precedentes.