Valencia se rinde ante el genio surrealista Antonio Saura con una amplia retrospectiva sobre su creación artística en la que ahonda en experiencias oníricas, vanguardismo y hasta automatismo psíquico.
La muestra Esencial, que podrá verse en la Fundación Bancaja hasta el próximo 28 de enero, presenta un completo recorrido de seis décadas por la obra de este pintor aragonés, fallecido hace 25 años y uno de los grandes artistas españoles de la segunda mitad del siglo XX.
A través de 87 obras, casi la totalidad (85) procedentes de los fondos del Museo Reina Sofía, se pueden observar los universos temáticos que dieron forma a la reconocida iconografía artística de Saura, como damas, desnudos, crucifixiones, multitudes, cabezas y retratos imaginarios.
El enorme tríptico Las tres Gracias (1997) da la bienvenida a esta muestra, en la que imperan el blanco y el negro -con algunas excepciones- de unas piezas con un marcado carácter «agitado e inquietante».
Y es que, según puso ayer de manifiesto Fernando Castro, comisario de la muestra junto a Lola Durán, la obra de Antonio Saura (Huesca, 1930 - Cuenca, 1998) «no tiene un carácter decorativo», sino que posee un «componente de angustia existencial».
Fundador del grupo El Paso, un colectivo que no solo sentó las bases, sino que también conceptualizó el movimiento de vanguardia de la posguerra en España, Saura mostró desde muy joven un claro interés por el arte. Es ahí cuando descubre el surrealismo, que inspirará sus primeras experiencias pictóricas, reflejadas en sus paisajes y constelaciones, de las que pueden verse varios ejemplos en esta exposición.
Sin embargo, tras viajar a París en 1953 seducido por esta corriente y con la firme intención de conocer a André Breton, su máximo exponente, perderá el interés por el surrealismo, por considerar que no es un movimiento vanguardista, sino que «mira a la antigüedad», y pasará a abrazar el automatismo psíquico, explicó Lola Durán.
Tras dos pequeñas salas dedicadas a sus inicios, el grueso de la exposición se centra en el momento en que empieza a aparecer la estructura en la obra de Saura, pues, según aseguraba el propio artista, la imagen le servía de soporte para no caer en el caos, para no sumirse en una actividad sin control.
La muestra se acompaña de alguno de sus escritos, en los que revela numerosas claves de su pintura y que se convierten en un elemento indispensable para la interpretación de este artista que, según Fernando Castro, fue también «uno de los grandes pensadores del arte en lengua española».