Una tarde con Papelero

DP
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Astudillo despidió las fiestas de la Santa Cruz con el Toro del Pueblo, cuyo protagonista fue un utrero que dio escasojuego. También fue el día, como es costumbre, de la degustación del guiso de vaquilla en la ermita de Torre

Una tarde con Papelero - Foto: Óscar Navarro

Astudillo, por costumbre, despide sus ferias y fiestas de la Santa Cruz por todo lo alto, y es por eso que, un lunes más, por la mañana  tuvo lugar la romería en la ermita de Torre, con comida campestre y tradicional degustación del guiso de vaquilla, y por la tarde el Toro del Pueblo, incluido en el programa de actos desde 2018 como relevo al enmaromado, celebrado durante cuatro con todas las de la ley.

Este año el Toro del Pueblo, un utrero de la ganadería Jaragua de nombre Papelero y unos 500 kilos de peso, «un poco descarado y con buenas espabiladeras» según decían los entendidos, fue merecedor de halagos por presencia, si bien se llevó algún que otro rapapolvo por su escaso juego. A las 18 horas dio comienzo el encierro en una espléndida tarde de septiembre, con cientos de personas en la plaza de toros, detrás de las talanqueras  y por el recorrido (calles Pozo Rincón, Fernando Monedero y Santiago Aguado)  deseosas de disfrutar. En tres ocasiones fue necesario  recurrir a los cabestros, la primera  cuando se apalancó ya en la parte  final del recorrido y en dos más que de nuevo se necesitaron sus servicios en otras tantas salidas, la última para que entrara en la plaza una vez había pasado la hora y ya allí unos pases pusieran el punto y final al encierro. Todo ellos sin incidentes que reseñar.

El alcalde de la localidad, Luis Santos, quiso destacar el trabajo  del grupo Toros, toros, toros,  una veintena de personas que de forma voluntaria se encarga de planificar los festejos populares, montar y desmontar las talanqueras. «Astudillo tiene suficiente base para decir que el recorrido se hace con suficientes garantías para que todo el mundo disfrute», señaló. 

 Entre los asistentes al Toro del Pueblo, un astudillano de pro, Óscar Husillos, quien reconoce  -y no es el único, pues un buen número de vecinos vestía camiseta alusiva- que añora el toro enmarado, y que al atleta este formato le parece «más soso y, sobre todo, más peligroso». «Venía muchísima más gente, no sé si por el morbo de la ilegalidad», añadió. 

Astudillo despidió ayer cinco días de fiesta, que bien podrían  haber sido alguno más porque ganas quedaban, al menos de boca. En esta última jornada, además de la  degustación y el toro del pueblo, llegó el momento de la foto astudillana en la plaza Mayor y como broche la  actuación de Motociclones  Electrocharanga.