Jesús Martín Santoyo

Ensoñaciones de un palentino

Jesús Martín Santoyo


«PALENCIANOS»

16/06/2024

Leí en la página de Facebook del grupo Palencia Ya que en un breve espacio de tiempo un periódico deportivo y una cadena de TV nacional habían denominado a los naturales de nuestra provincia con el equivocado gentilicio de «palencianos». Se mostraba indignación y sorpresa. Entiendo el enfado. El error nos remite a una imitación del gentilicio levantino. ¿Alguien se imagina que se hubiera llamado «valentinos»  a los naturales del reino de Valencia?
Sin embargo, no me extrañó el barbarismo.  Me sorprende que las muestras de analfabetismo de algunos comunicadores causen extrañeza hoy día. Quizás mi opinión esté condicionada por mi ejercicio de la profesión docente durante casi cuarenta años. He comprobado y sufrido en mis carnes como cada ley educativa perpetrada desde la vuelta a la democracia superaba en ineficacia y estupidez a la anterior, independientemente del color del gobierno que la redactara.
En mi modesto entender, desde que se dejó el sistema educativo en manos de toda una legión de psicopedagogos, ajenos a cualquier contacto con el alumno y el aula, seguidores de las más disparatadas teorías sobre los que debían o no saber los chicos españoles, la situación de la educación en España no ha hecho más que degenerar. Los menos culpables son los chicos que han sufrido en su escolarización un lastre acultural que arrastrarán durante toda su vida adulta.  ¿Por qué ha de saber un chico de Almería que los de Palencia tenemos como gentilicio propio la denominación de palentinos? ¿Por qué? Nadie se lo dijo. Nadie se lo explicó. Nadie se lo exigió. ¿Por qué iba a saberlo?  ¿Ciencia infusa? Podemos seguir poniendo más ejemplos de ignorancia generalizada.  ¿Sabe un chaval de Palencia como se denomina a los de Badajoz? ¿Por qué un cacereño ha de saber el nombre de los ríos de Valencia? ¿Por qué un chico de Lugo va a poder localizar en el mapa patrio la provincia de Teruel? ¿Por qué un gerundense va a saber los afluentes del Tajo o por dónde pase el Guadalquivir? Nadie se lo dijo. Nadie se lo explicó. Nadie se lo exigió. Al contrario. Todos los responsables educativos despreciaron el esfuerzo que los niños de mi generación hacíamos para aprender a localizar las provincias en el mapa de España, para conocer los reinos de nuestro país o los sucesos más notorios de nuestra historia.
 Hemos olvidado la importancia del ejercicio de la memoria en las etapas educativas más tempranas. «¿Para qué?», se argumentaba, «si todo está en internet o en las bibliotecas virtuales. Lo importante es que conozcan los instrumentos que permiten acceder a la información».  Craso error. Las nuevas generaciones dominan los instrumentos de búsqueda de información, pero carecen de la cultura esencial que permite discriminar las estupideces de la cultura académica y fiable. 
Con estos mismos argumentos, tampoco se ha dado valor al aprendizaje memorístico de la tabla de multiplicar.  «Cualquier operación se puede ejecutar desde el teléfono móvil». Como consecuencia del fracaso educativo nos hemos acostumbrado a la constante exhibición de barbarie cultural en los programas más populares de la TV. He visto atónito cómo Carlos Sobera nos acerca en First Dates a algunos concursantes que desconocen dónde está la Rioja o si la provincia de Orense tiene costa.
Que alguien nos llame «palencianos» es sólo la punta del iceberg de lo que viene. Una sociedad en la que una gran parte de la juventud aspira a ganarse la vida como  «influencer», «youtuber» o «tiktoker» va por el camino equivocado. ¿Va a haber más tiktokers que maestros? ¿Más youtubers que enfermeros? Si todos son influencers, ¿a quién van a influir? 
 ¡Claro algunos creativos con talento llegarán a triunfar con sus propuestas estéticas o sus modelos de comunicación! Pero, muy pocos. La mayoría de los aspirantes fracasa y ve su vida abocada a la frustración.
Al regresar a casa me encuentro con jóvenes de veintimuchos años, que pasan el día en el parque fumando y tomando latas de cerveza. Los oigo quejarse de que en Palencia es muy difícil triunfar en esas nuevas profesiones. «Y mi viejo no está por la labor de pagarme una estancia en Madrid para probar como tiktoker».  
Sé que regresarán a sus hogares, donde sus padres seguirán dándoles de comer y soportarán verlos tumbados en su habitación quejándose de su suerte.  ¡Qué pena siento!..Por sus padres…