Es el título de un hermoso soneto escrito por José María Fernández Nieto en su libro Redondel, en el que se describe, con sencilla elegancia, el arte de torear. Evidentemente, no es el único poeta que ha glosado el impacto que la tauromaquia ha tenido y sigue teniendo en las Bellas Artes. Y no solamente entre los escritores españoles e hispanoamericanos que son muchísimos, sino también en nombres extranjeros tan importantes como Rilke o Cocteau. Del mismo modo, los más grandes pintores han tomado el arte taurina como centro de sus creaciones. Precisamente ahora, se celebra en Madrid, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, una magnífica exposición con el título de Goya el despertar de la conciencia, formada por grabados, dibujos y óleos. La serie dedicada a la tauromaquia muestra el estado en que se encontraban las corridas de toros en la España de la Ilustración. Documento importantísimo, no solo por su indiscutible valor artístico, sino también como material imprescindible para los investigadores de la tauromaquia. Exactamente durante la campaña electoral que hoy culmina en Cataluña, el señor Urtasun ha reclamado su cuota presencial al reactivar la eterna discordia sobre nuestra fiesta nacional con su dictamen de suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia, último apoyo económico al mundo del toro, consistente en treinta mil euros anuales. Algún comentarista insiste en la irrelevancia de tal decisión, ya que no supondrá la desaparición del legendario espectáculo que, desde hace siglos, viene formando parte de nuestra cultura. Esta última resolución unilateral del ministro es un paso más para llegar a la solución final, que no es otra que la supresión definitiva del espectáculo taurino. En la misma línea, se niega la inclusión en el SEPE de los trabajadores de la industria del toro de lidia. Muy comentada fue también la decisión de excluir la tauromaquia de la lista de actividades culturales beneficiadas con el bono cultural. Son algunas de las medidas tendenciosas que el ministro ha impuesto de modo arbitrario y unilateral, llevando erróneamente el tema al terreno moral, siendo exclusivamente cultural.