La impronta cervantina y el influjo y recuerdo de su obra es tan universal que desborda y trasciende los límites de la cultura hispana para extenderse por todo el orbe. Estatuas suyas y de los dos personajes principales de El Quijote junto al caballo Rocinante, así como calles, plazas, bibliotecas, centros literarios, y toda serie de lugares de lo más diverso que pueda imaginarse en los que se le ha querido rendir homenaje, se encuentran en los cinco continentes y en multitud de ciudades de todo el globo terráqueo. Obviamente, el premio mas importante de las letras españolas lleva su nombre, el Premio Cervantes. También el Instituto para la difusión de nuestra lengua común que ahora hablan 600 millones de personas.
Cervantes tiene para el mundo cara y una imagen perfectamente definida, un verdadero retrato por la mano y pinceles del pintor Juan de Jáuregui. El escritor no solo lo reconoce, sino que lo elogia haciéndose a partir de él un autoretrato.
«El cual amigo bien pudiera, como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja deste libro, pues le diera mi retrato el famoso don Juan de Jáuregui, y con esto quedara mi ambición satisfecha, y el deseo de algunos que querrían saber qué rostro y talle tiene quien se atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo, a los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato. Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha 20 años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña. Los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros. El cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies. Este digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo El viaje del Parnaso... y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria».
La huella cervantina en el mundo (V) - Foto: JUANA BENETUn icono universal
La vida del Ingenioso Hidalgo es el libro, solo por detrás de la Biblia, más editado de toda la Historia de la literatura universal. Sus ediciones en multitud de lenguas y países son casi incontables. Ha sido glosado, estudiado, diseccionado e interpretado por miles y miles de expertos a lo largo de los siglos y sigue siéndolo hoy en día. Los más grandes escritores, los más rigurosos investigadores, los más prestigiosos lingüistas de todas las culturas le han dedicado libros y trabajos. No voy yo ahora a pretender siquiera el decir nada al respecto que a buen seguro ya ha sido dicho y con mucha más enjundia multitud de veces. No solo es que se hayan escrito infinidad de libros y haya sido citado en todo momento y en todo lugar, sino que es seguro que ahora mismo alguien mucho más preparado está haciendo algo al respecto. Ha sido llevado al teatro, a la ópera, inspirado sinfonías y ballets y trasladado al cine y a la televisión por muchos y grandes directores en multitud de ocasiones. El actor y director Orson Welles, gran hispanista, dejó su obra inacabada, pero Jesús Franco la finalizó en 1992. Existen muchísimas versiones de El Quijote, más que de la vida y figura de su autor del que solo se conocen tres filmes y no precisamente buenos.
Todos conocemos a sus personajes, tenemos opinión sobre ellos y las intenciones del autor, y hemos visitado alguna vez no uno sino varios lugares por donde pasó en la ficción el personaje y que ahora ya visualizamos y entendemos como seres de carne y hueso. Su existencia nos resulta evidente y hasta cercana, aunque sepamos, algunos no estoy muy seguro, que fueron personajes inventados. Son algo muy nuestro, son algo de todos, pertenecen a la Humanidad.
Ni siquiera el escritor alcalaíno se ha librado de la delirante estupidez de la generación, bien cebada y mal criada, de la corrección política. La que quiere no solo borrar la Historia sino, además, sustituirla derribando sus estatuas, cambiando el nombre de sus cuadros y reescribiendo sus obras literarias. Cervantes, símbolo hispano por excelencia, sufrió su ira en EEUU con el ataque a uno de sus monumentos.
Lugares de los que uno quiere acordarse...
Para hacer un recorrido por los hitos que marcaron la vida de Cervantes se podría comenzar en la localidad madrileña de Alcalá de Henares, en la iglesia de Santa María la Mayor, en la que fue bautizado. El templo sufrió la barbarie de las milicias del Frente Popular, que la incendiaron durante la Guerra Civil, destruyéndola y quemando multitud de documentos y obras de arte.
La huella cervantina en el mundo (V) - Foto: JuanJo MartinEl lugar donde estudió en Madrid de joven y se aficionó al teatro de Lope de Rueda también está identificado, y un reciente cuadro del pintor Augusto Ferrer Dalmau nos lo representa en la batalla de Lepanto.
El influjo de Italia, su cultura, sus ciudades y sus gentes, estuvo siempre muy presente en su obra. Aprovecha una de ellas para recordarla y dejar un hermoso texto donde cita a Génova, por la que demostraba tener especial predilección, y Luca, así como por Florencia y Roma. Toda una impagable guía turística hoy.
«Llegaron a la hermosa y bellísima ciudad de Génova; y, desembarcándose en su recogido mandrache, después de haber visitado una iglesia, dio el capitán con todas sus camaradas en una hostería, donde pusieron en olvido todas las borrascas pasadas con el presente gaudeamus. Allí conocieron la suavidad del Treviano, el valor del Montefrascón, la fuerza del Asperino, la generosidad de los dos griegos Candia y Soma, la grandeza del de las Cinco Viñas (...). Finalmente, más vinos nombró el huésped, y más les dio, que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco. Admiráronle también al buen Tomás los rubios cabellos de las ginovesas, y la gentileza y gallarda disposición de los hombres; la admirable belleza de la ciudad, que en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas como diamantes en oro (...). Y en cinco (días) llegó a Florencia, habiendo visto primero a Luca, ciudad pequeña, pero muy bien hecha, y en la que mejor que en otras partes de Italia, son bien vistos y agasajados los españoles. Contentóle Florencia en estremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, sumptuosos edificios, fresco río y apacibles calles. Y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo. Visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza».
La huella cervantina en el mundo (V)Esquivias (Toledo) localidad natal de la esposa de Cervantes, Catalina de Salazar, la recuerda con un busto. Allí estuvo en realidad la única casa suya propia. En todas las demás pagó un alquiler. El matrimonio, aunque no haya menciones del escritor a su mujer en su obra ni tuviera hijos, duró de por vida y ella le atendió hasta en su mismísimo lecho de muerte, pues le sobrevivió bastantes años ya que era casi 20 años mas joven que él.
Imaginación en la cárcel
Su estancia en la cárcel de Sevilla (parece que fueron tres meses en 1597) lo marcó de por vida, pero fue también de manera fructífera. Un cuadro del siglo XIX del pintor lo retrata allí «imaginando El Quijote».
El lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiere acordarse en su novela se identifica con Argamasilla de Alba (Ciudad Real) y el lugar donde estuvo presuntamente también preso con la «Casa de los Medrano».
La huella cervantina en el mundo (V) Queda en pie el lugar de Valladolid donde residió y finalizó la primera parte de El Quijote y escribió también las novelas El licenciado Vidriera, La Ilustre fregona y El coloquio de los perros.
Aunque el edifico antiguo desapareció, en la actual calle de Cervantes, del centro de Madrid, anterior calle del León esquina con la calle Francos se encuentra el lugar donde vivió su madurez y falleció ya cumplidos los 68 años. Muy cerca de allí está el convento de las Trinitarias Descalzas, donde descansan sus restos mortales. Sendas placas en las fachadas así lo proclaman.