Este mes se han cumplido 178 años de la entrada en funcionamiento de la línea de telégrafo óptico Madrid-Irún, que atravesaba el Cerrato.
La comunicación es una de las principales facetas del desarrollo humano y base del progreso de la humanidad. Lenguaje gestual, sonidos guturales, señales de humo… cualquier cosa valía.
Dando un salto hasta finales del siglo XVIII, la aparición del anteojo facilitó la invención del telégrafo óptico, que fue el sistema de comunicación propio del siglo XIX y que afecta, como no podía ser de otro modo, al Cerrato.
En el Estado español, basándose en los proyectos del inventor canario Agustín de Betancourt y del relojero suizo Abraham Louis Breguet, el telégrafo óptico se organizó en tres líneas de comunicación: Madrid-Irún, Madrid-Cádiz, y Madrid-Barcelona-La Junquera, dotadas con torres construidas por la Dirección General de Caminos.
La línea Madrid-Irún (denominada Línea de Castilla, que unía la capital del Estado con la frontera con Francia) fue diseñada por el ingeniero militar José María Mathé Aragua durante la II Guerra Carlista, comenzando a funcionar el 2 de octubre de 1846. En poder del ejército isabelino, trasmitía fundamentalmente información de carácter militar.
Torres cerrateñas.
Esta línea atraviesa el Cerrato. De las 52 torres que la jalonaban, cinco se asentaban en suelo cerrateño. La nº 19, en Cabezón de Pisuerga; la nº 20, en Dueñas, en el pago de Frausilla, muy cerca de Cubillas de Santa Marta; la nº 21 en Tariego de Cerrato, en la denominada cuesta de la Butrera; la nº 22, en Villamediana, en el paraje Isilla; y la nº 23, en Palenzuela, en el pago de Negredo, en el límite con Quintana del Puente.
Estas torres tenían una superficie cuadrada de siete metros de lado, y una altura de doce metros, en varias plantas comunicadas por una escalera levadiza. La planta baja hacía funciones de fortín, un primer piso servía de vivienda para los telegrafistas (popularmente denominados torreros), un segundo piso albergaba la maquinaria propia de la labor telegráfica, y un tercer piso desde el que se trasmitía la información.
Para dicha trasmisión, la torre tenía en esta planta alta dos ventanas, una mirando hacía la torre anterior y otra hacía la posterior. Con un catalejo se observaba el mensaje de la torre anterior y se reproducía en la ventana opuesta para comunicárselo a la torre siguiente mediante el movimiento de una bola, cuya posición y grado de inclinación generaba unas claves numéricas produciendo un mensaje encriptado.
Dado que la información que trasmitían era secreta (por su carácter militar), los torreros tenían prohibido llevar a nadie a la torre. Pero dado el miedo a ser asaltados por bandas que pensaban que en las torres se guardaba dinero y joyas, temían estar solos y solían llevar a la torre a algún amigo, o la novia.
De estas torres, la de Tariego de Cerrato es de las poquísimas que se conservan. Por ello, el Ayuntamiento ha puesto énfasis en su rehabilitación. Ha inmatriculado el terreno en que se ubica con el propósito de convertirlo en un centro de interpretación de la telegrafía óptica, construir un mirador y un punto de información turística, y ha solicitado la declaración de Bien de Interés Cultural. Por todo ello, la Asociación de Amigos del Telégrafo realizó un acto de homenaje y reconocimiento al Ayuntamiento, entregando un diploma y una insignia a su alcaldesa, María Isabel González Soler.
Escudo de tariego.
No en vano la torre del telégrafo es uno de los emblemas de Tariego de Cerrato, hasta el punto de formar, junto al puente, parte principal del escudo de la localidad.
Este telégrafo óptico duró poco más de una década. Un nuevo invento, la botella de Leyden (condensador que permitía almacenar cargas eléctricas y suministrar electricidad estática) propició la aparición del telégrafo eléctrico, primero con el código morse y después con el teletipo, siendo una verdadera revolución que permitía que la información diese la vuelta al mundo en pocos minutos, frente a la lentitud exasperante del telégrafo óptico.
Las telecomunicaciones constituyen uno de los sectores que han tenido un desarrollo desorbitado e impensable, y no tardaría en hacer su aparición el teléfono, desplazando al telégrafo, con curiosas anécdotas en localidades cerrateñas de las que hablaremos la próxima semana.