Discurría en el Congreso el debate sobre los inmigrantes –con demasiadas ausencias en los escaños, incluyendo los azules— pretendiendo que se trataba del acto político más importante de la jornada. Pero, al tiempo, subterráneamente ocurrían otras muchas cosas y los teléfonos sonaban frenéticos: el inquilino de La Moncloa parecía haber superado, se decía, el bache que le supuso el llamamiento por el juez a testificar en el caso de su mujer, Begoña Gómez y, paralelamente, se preparaba una nueva ofensiva política. Sánchez dista mucho de darse por vencido y de amilanarse ante los golpes del destino. Y no solo del destino, claro.
A primera hora de la mañana, conocíamos una noticia que acaso pueda ser sensacional: Pedro Sánchez se reunirá este miércoles con el aún presidente de la Generalitat, Pere Aragonés. ¿Acuerdo al canto entre PSOE y ERC para investir a Salvador Illa como sucesor de Aragonés, evitando unas nuevas elecciones en Cataluña? ¿Anuncio de acuerdo en las medidas económicas que facilitarían esa investidura? ¿Pacto a la catalana, dando en las narices a Puigdemont? Todo tipo de especulaciones corría este martes por los medios políticos catalanes, donde se subrayaba que, en cualquier caso, es seguro que este encuentro, a bombo y platillo, entre el presidente del Gobierno central y el autonómico carece de sentido si no hay algún anuncio 'bomba'.
Claro, lograr la investidura de Illa, aparcando la posibilidad de elecciones, significaría un triunfo personal también para Pedro Sánchez. La baza política que necesita para hacer olvidar tantas otras cosas ocurridas en este año transcurrido desde las últimas elecciones. Y también para diluir algo el 'caso Begoña Gómez', que me parece que, en todo caso, está dando un giro favorable a ella (y, por tanto, a su marido) y desfavorable para el juez instructor, Peinado, que ha sufrido varios reveses en su instrucción, además de haber recibido descalificaciones y ataques de prácticamente todos los integrantes del Consejo de Ministros, así como críticas en columnas jurídicas y periodísticas. Algo debe olfatear la defensa de la señora Gómez, que ha pedido formalmente al juez Peinado que anule la citación a Pedro Sánchez o que, en último extremo, el presidente declare por escrito.
Yo, en este momento, diría que no son demasiadas las probabilidades de que Sánchez acabe declarando, al menos oralmente, ante el juez. Y consta que en La Moncloa barajan incluso la posibilidad de aprovechar esa misma jornada, en la que el juez debía ir a La Moncloa a tomar testimonio a Sánchez, para celebrar la tradicional rueda de prensa del presidente de final de curso político y que Sánchez "hable de todo", especialmente ensalzando la labor económica y social del Ejecutivo en el año tras las elecciones. Claro que otras opiniones monclovitas, ante la que está cayendo, son partidarias de que esta comparecencia ante los medios, en la que forzosamente habrían de admitirse bastantes preguntas 'incómodas', se suspenda.
Sánchez y su equipo creen que las acusaciones contra Begoña Gómez quedarán en nada, al menos penalmente, porque no se podrá demostrar la existencia de delito en actuaciones que han sido sin duda poco éticas y menos estéticas, pero eso no supone sanción penal. Mientras, seguirán hablando de 'persecución judicial' y hasta insinuando la existencia de indicios de prevaricación por parte de Peinado. Y hay que admitir que ya son muchos los comentarios periodísticas y jurídicos que hablan de "al menos exceso de celo" en la instrucción judicial.
Logrando el descrédito del juez Peinado y, encima, la investidura de Illa, Sánchez podría marcharse tranquilamente de vacaciones, sin duda; menuda carambola. Él, en todo caso, siempre confía en la ayuda, que nunca le falta, de su amiga la diosa Fortuna.