Adorada primero como estrella y a su muerte como icono, más arduo fue el acceso posterior de Lola Flores a las universidades como objeto de estudio, de ahí la trascendencia de que una institución como la Biblioteca Nacional (BNE) reivindique por primera vez en una exposición «su recorrido vital y artístico».
«Su vida y su obra han marcado un antes y un después en el arte del flamenco y, fundamentalmente, en el imaginario colectivo, cultural y sentimental con el que todos nos identificamos», destaca la directora de la institución, Ana Santos, en la presentación de la muestra Si me queréis, ¡venirse!, abierta hasta el próximo 21 de enero.
De acceso gratuito hasta completar aforo, los responsables de la BNE esperan «mucho y diverso público de todas las edades y clases sociales, también de lo que antes se llamaba alta y baja cultura, algo que pensamos que ya no existe», precisa Santos ante los comisarios de la exhibición, Alberto Romero Ferrer y María Jesús López Lorenzo.
Si me queréis, ¡venirse! - Foto: FERNANDO ALVARADO«Ya costó que Lola Flores entrara en la universidad, pero esta exposición nos da la razón a los que pensamos que forma parte de nuestro patrimonio cultural y sentimental», señala Romero, ávido investigador sobre la Faraona, para quien la muestra es «un acto de justicia y reconocimiento» con «esa mujer lorquiana y rompedora que hizo de una España en blanco y negro un lugar un poco más amable».
El enfoque, no obstante, pone coto «al personaje mediático que construyó y que hizo sombra a la artista, porque ella fue su mejor embajadora y, a la vez, su peor enemiga», se justifica para dar más espacio a una figura «trascendental y profunda» que, sin ir más lejos, abundó en la popularización del flamenco a través de diversas fusiones (con la rumba o cuando introdujo la orquesta en sus espectáculos, por ejemplo).
No se puede decir que Lola Flores ha entrado en la BNE, porque de hecho 77 de las 80 piezas expuestas pertenecen a sus fondos, entre libros, partituras, grabaciones en vídeo, cartelería y muchas fotografías, algunas obra de retratistas tan importantes como Ibáñez, todo organizado en cuatro bloques cronológicos que ilustran cómo se adaptó a los medios punteros de su tiempo. Arranca en el año de su nacimiento, 1923, con un bloque del contexto del que bebió en su barrio de San Miguel en Jerez de la Frontera (Cádiz), entre el simbolismo de Julio Romero de Torres y la recuperación flamenca de la mano de Manuel de Falla, los hermanos Manuel y Antonio Machado y Joaquín Álvarez Quintero o artistas como Pastora Imperio.
Si me queréis, ¡venirse! - Foto: FERNANDO ALVARADOEl éxito de Zambra en el teatro junto a Manolo Caracol protagoniza sobre todo la segunda parte, donde se exhiben dos bocetos de escenografías creados para ese espectáculo que no forman parte de los fondos de la Biblioteca Nacional, así como extractos de la hemeroteca tan curiosos como uno en el que explica su singular manera de entender el baile.
Fama mundial
Su conversión en actriz de cine que canta y baila y así en estrella internacional son objeto de atención en el tercer bloque, de 1950 a 1974, en el que se exponen últimas ediciones de discos de pizarra y la aparición de los discos de vinilo y el soporte magnético.
Es en el postfranquismo donde, para los comisarios de la exposición, la artista se transforma con la asistencia de la televisión en personaje, los años de frases míticas como «A lo mejor pido que en la caja me la metan... la bata de cola», pero también en los que la Faraona se recicla como «contradictorio icono de la posmodernidad».
Su muerte en 1994 ocupa el remate de la muestra, en el que se da cabida a la continuidad de la saga Flores como otra señal de lo que dijo su nieta Alba, que su abuela «trascendería», algo que suscriben los comisarios de la exposición.