La palabra del año es "polarización". Debería ser "estupor". El asombro y la perplejidad son resortes del conocimiento. Y también reseñas de un tiempo condicionado por mentes traviesas que acabaron en la política como podían haber acabado tras el mostrador de una frutería. Inscríbanse en el nuevo "Registro Estatal de Prestadores de Servicios de Comunicación Audiovisual", más conocidos hoy por hoy con el nombre de "influencers". De Puigdemont a Vito Quiles. De Sánchez a Iglesias Turrión.
Manda huevos, que diría aquel ministro Trillo que vitoreó a Honduras en El Salvador, aunque también pudo haber sido al revés. Pero que no se alarmen los enredadores. Hay material para dar y tomar con motivo del Día de los Inocentes, a la caza de charlatanes, tontos orgánicos y genios sin diagnosticar. Aparecen donde menos te lo esperas. En los grandes centros de poder político tomando decisiones que rompen la cintura de los demás. O, no tan ambiciosos, recomendando el look ideal para la fiesta de Nochevieja.
De esa cantera debe haber salido la lumbrera de la Moncloa que, en nombre del Gobierno "progresista" de Pedro Sánchez, decidió hace unos días felicitar a la "Comunidad Cristiana en el día que celebra el nacimiento de Jesús". El Gobierno de la España, que lleva siglos celebrando oficialmente la Navidad, como fiesta nacionalizada que desborda su fundacional carácter religioso, la mantiene tal cual en el calendario y en la sociología de los españoles. No la suprime por ser propia de solo una de las comunidades religiosas que vertebran a la sociedad, aunque sería lo lógico, si de verdad fuera una celebración minoritaria. Pero hace el paripé de distanciarse de la misma porque sus "influencers" han decidido ponerse estupendos (¡mecachis, qué listos somos!) en el ejercicio de esta "progresía" de bajo coste que nos ha tocado en suerte.
Una forma de exhibicionismo como otra cualquiera. Como todas las que genera la fenomenología del aquí y ahora en la política nacional. Sobra casuística, entre el mensaje navideño de Felipe VI y la rueda de prensa de Sánchez, los ladrones de aceitunas y los sueños escapistas de quienes no quieren ser españoles.
Estos últimos aparecen bien representados por Puigdemont y Aragonés. El que fue y el que es presidente de la Generalitat. De nuevo, el estupor. El prófugo de Waterloo, fedatario de la quinta fuerza política de una comunidad autónoma, da lecciones de democracia a Felipe VI y amenaza a Sánchez con tumbarlo dentro de un año si no cumple sus compromisos.
Y véase, en fin, el desparpajo del molt honorable Pere Aragonès anunciando que 2024 va a ser el año de la autodeterminación, mientras el antecesor de ambos, Artur Mas, declara públicamente que verdes las han segado.