Villar: "Recogeré la medalla con humildad"

César Ceinos
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Lleva ejerciendo en su despacho de Cervera de Pisuerga desde 1979 y recibirá por ello la Medalla al Mérito de la Abogacía de Castilla y León en un acto que previsto en la villa norteña el 31 de mayo

Lola Villar - Foto: Almudena Álvarez (EFE)

Lola Villar Villanueva, nacida en La Estación de Vado-Cervera, cumplirá el 28 de mayo 45 años como abogada en ejercicio. Abrió su despacho en Cervera de Pisuerga en 1979, tres años después de licenciarse en Derecho en la Universidad de Deusto (Bilbao, ciudad en la que residía por aquel entonces). Por esta amplísima trayectoria, el Consejo de la Abogacía de Castilla y León le concedió la Medalla al Mérito, que le será impuesta el 31 de mayo en un acto que tendrá lugar a las 13,30 horas en la villa cerverana, capital del partido judicial de la zona norte de la provincia. 

Fue una de las pioneras en entrar a formar parte del Colegio de Abogados de Palencia y, según explicó su presidente, Miguel Hermosa, la primera colegiada palentina en recibirla.

Explicó recientemente en un medio de comunicación que recibirá la distinción «con mucho orgullo». ¿Por qué razones?

Creo que es un reconocimiento a todos mis años de trabajo. Lo recogeré con humildad, porque la soberbia es un pecado capital que los abogados no nos deberíamos permitir nunca.  

¿Ya tiene en mente las palabras  que pronunciará cuando le entreguen la medalla?

Las he pensado muchas veces mientras paseo con mi perra, aunque luego me autocensuro porque estamos en unos momentos complejos. Por lo tanto, irá en una línea de agradecimiento.

Además, espero que pueda estar en el acto mi madre, que tiene ya 100 años y cuya intervención fue decisiva para que yo pudiera cursar estudios universitarios.

También comentó que antes de empezar su etapa universitaria tenía vocación de periodista, aunque finalmente se decidió por el Derecho. ¿A qué se debió este cambio de estudios?

Porque no había Periodismo en Bilbao y me tenía que ir a otra ciudad a estudiar, lo que suponía un coste añadido. Cuando comencé Derecho no fue por vocación, aunque, a medida que fui estudiando, aprendiendo y comprendiendo muchas cosas salí con la clara decisión de ejercer la profesión de abogada.

Es hija (y ahora madre) de juez. ¿Por qué no siguió los pasos de su progenitor?

Tenía un problema de base: la memoria. Además, tengo un espíritu muy libérrimo. Por otro lado, porque juzgar es algo muy muy difícil. No me sentía capaz entonces ni me siento capaz ahora de dar la razón o quitársela a alguien.

En sus primeros años tuvo su despacho en una buhardilla «en la que entraban copos de nieve por la ventana cuando nevaba porque no ajustaba bien». ¿Qué recuerda de aquellos momentos?

Las ventanas, que eran de madera, estaban justo detrás de mi mesa. Entonces, cuando nevaba y soplaba el viento de ese lado, entraban algunos copos. Es un despacho al que guardo mucho cariño, pero era muy simple, muy rudimentario y con pocos medios. Eran unos tiempos diferentes a los de ahora.  

Ha cambiado todo mucho. No es lo mismo escribir con un ordenador, donde se pueden utilizar diferentes tipos de letras y hacer correcciones, que hacerlo en una máquina de escribir en la que hacías las copias con papel cebolla. Además, no existía ni el fax. La tecnología ha supuesto un avance enorme para poder acceder a la información que tan necesaria es para un abogado.

¿Ha cambiado a mejor o a peor?

Es distinto. No hay una comparación que se pueda establecer entre lo que era el ejercicio profesional hace cuarenta años y ahora. Ha variado todo muchísimo. Sustancial y esencialmente, para bien, aunque hay algunas cosas que añoro. Pero es consecuencia de los años que tengo. En síntesis, creo que hay un mayor acceso a la información en estos momentos y se ha facilitado el trabajo.

¿Por qué se instaló y ejerció en Cervera de Pisuerga?

La familia de mi madre vivía aquí, yo nací en La Estación de Vado-Cervera y lo decidí así. En la vida, muchas veces se toman decisiones y no todas están justificadas a priori. Sencillamente, en un momento determinado y en una coyuntura determinada se opta por algo en libertad y yo decidí trabajar en Cervera y no me arrepiento lo más mínimo.

De hecho, en un reportaje de la Agencia EFE comentó que «trabajar en un pueblo no es una renuncia» y aseguró que no se ha perdido nada por vivir en la localidad norteña

Vamos a la cara B. Si yo hubiera tenido mi despacho en una capital hubiera ganado mucho más dinero porque entiendo que un abogado tiene que cobrar en función de lo que su cliente puede pagar. Ese es otro de los aspectos de la libertad del ejercicio de la profesión. Entonces, ¿merece la pena? Sí, pero depende de lo que quieras.

¿Qué destaca de la vida rural frente a la urbana? 

Algo tan sencillo como saludar y sonreír a todo el mundo por la mañana, la tarde y la noche. La cercanía. Que te pase algo y tengas a la gente que te arrope. Eso da una calidad humana que no la hay en una gran ciudad. 

¿Cómo era Cervera cuando usted empezó en la Abogacía? 

Por aquellos años nevaba muchísimo más que ahora. Cervera es una villa que ha sobrevivido muy bien al paso del tiempo. Se ha perdido la industria minera, pero me parece una localidad encantadora donde se vive muy a gusto, incluso siendo una persona como yo, para la que la libertad es esencial. Te condiciona la vida en la medida que tú quieres que te condicione. Además, aquí conocí a mi marido, vinculé una relación de trabajo profesional y se criaron mis tres hijos. Estuve, estoy y sigo estando a gusto.

En 45 años de trayectoria habrá acumulado muchísimos recuerdos de su vida laboral. ¿Podría citar alguno destacado?

No me puedo referir a ellos con datos concretos porque, lógicamente, pertenecen al secreto profesional. Pero me siento muy honrada de haber contribuido, en asuntos penales, a que el juez dictara una sentencia favorable, absolutoria o con una pena que implicara no entrar en prisión a personas sobre las que caía una petición fiscal o de la acusación que podía suponer la entrada en la cárcel del acusado. Los abogados contribuimos con los jueces a que se haga justicia. Somos esencialmente necesarios. Un juez tiene que tener las dos visiones de las cosas. Si le falla una, si no tiene la cara y la cruz de los hechos y las circunstancias, difícilmente puede dictar lo que yo entiendo que es una sentencia justa.

Me acuerdo de una estafa penal de hace muchos años relacionada con unas viviendas en Barruelo de Santullán. Creo que fue la única vez que en una sentencia se reconoció que había hecho muy buen trabajo. Casualmente fue un magistrado que luego fue asesinado. Era joven, moderno, muy buena persona y creo que buen profesional. De cosas como esta me acuerdo y forman parte de mi bagaje. Los abogados somos como los viejos generales. Tenemos nuestras batallas, aunque muchas se quedan en el silencio y no las transmitimos. También hay muchas sensaciones negativas. 

¿Qué casos son los más frecuentes en el norte de la provincia? 

Ha habido de todo, desde asesinatos, violaciones o procesos de investigación de paternidad a asuntos civiles como reivindicatorias y reclamaciones de cantidades. Pero en Cervera de Pisuerga se han visto asuntos complejísimos, no solo hay cuestiones sencillas y de montaña, como la caza furtiva.

¿Han variado con el paso de los años? 

Toda la comarca sufrió la consecuencia del cierre de las minas. Esto ha conllevado otro tipo de litigiosidad, aunque yo no he llevado temas de derecho laboral ni fiscal (y de contencioso, muy poco). Han variado en la medida que la vida ha cambiado. El derecho está vivo y tiene que ir actualizándose.

Fue una de las primeras mujeres que ejerció en la provincia. ¿Qué siente cuando, después de usted, han ido entrando más mujeres en el mundo de la Abogacía y, en general, en toda la Administración de Justicia?

Estoy extraordinariamente satisfecha. Es cuestión de tiempo el que lleguen a los puestos más altos.

¿Ha llegado a tener algún problema en su trayectoria profesional por el hecho de ser mujer?

No. No di ni la más mínima oportunidad para ello. Si me he tenido que enfrentar a quien fuera lo he hecho. Creo que me han respetado como persona y como mujer. Eso sí, he tenido que trabajar. Esto no se lo regalan a nadie. 

Por ejemplo, a mi padre no le gustaba mucho la idea de que ejerciera la Abogacía y creo que no hablé con él de los asuntos hasta que no llevaba diez u once años en la profesión. Es una profesión difícil y dura. No es un jardín de rosas. Hay malos ratos y disgustos cuando no entiendes una resolución judicial o cuando has trabajado y piensas que ha sido para nada. Todo tiene su cara B, aunque la botella creo que está más llena que vacía, pero esto es porque soy optimista.

Ejerce en el medio rural, en una localidad donde tienen su sede dos juzgados de Primera Instancia e Instrucción. ¿Es necesario que haya estos servicios en los pueblos?

Es esencial que haya centro de salud, una guardería para que las madres que tengan hijos puedan seguir trabajando y alguien que reparta justicia que esté cerca del lugar y del entorno.

¿Facilita la labor a los profesionales de la zona?

Sí. No es lo mismo ir desde Aguilar de Campoo o Guardo a Cervera a celebrar un juicio que hacer 100 kilómetros para hacerlo en Palencia. Es una ventaja para nosotros, pero, sobre todo, lo es para los justiciables, para las personas que acuden a la Justicia para que se dé la razón a quien la tenga.

Hace referencia a que la Justicia tiene que estar cerca de la ciudadanía. ¿Las nuevas tecnologías facilitan esta cuestión?

Evidentemente. La digitalización, la posibilidad de acceder, participar o intervenir en un juicio a través de una videoconferencia y prestar ayuda a aquellas personas que tienen dificultad para desplazarse o problemas de salud lo hacen. Todo lo que sea agilizar la Justicia es bueno.

¿La despoblación del medio rural puede hacer peligrar profesiones como la suya?

No, creo que no. Hay menos trabajo, pero para todos. La Abogacía ha pasado malos momentos, como cuando salieron las tasas judiciales o en pandemia. Hemos pasado malos momentos todos y hay un entramado de cosas que no son muy positivas. Pero yo creo que somos necesarios y la gente seguirá acudiendo a nosotros.

¿En qué situación se encuentra la Abogacía?

Es muy difícil poder hablar en líneas generales de algo de lo que no tengo todo el conocimiento. Creo que somos menos colegiados porque no es una profesión fácil. Hay cosas que han mejorado, como los períodos inhábiles en agosto y Navidad y la posibilidad de acogerse a una baja por un hijo, pero aun así es una profesión difícil que implica sacrificio y en la que, en principio, uno no se enriquece. Yo, desde luego, no me he enriquecido. Me ha ayudado a pagar cosas y he colaborado en la economía familiar. 

Todo eso supone un hándicap para la gente que quiere empezar a trabajar y, por eso, muchos opositan. Empezar no es abrir un despacho y atender a la gente. Es mucho más complicado que todo eso. Entonces, creo que no atraviesa su mejor momento. De alguna manera ha variado la forma y la concepción del ejercicio de la Abogacía. 

Quizá estemos en una situación de transitoriedad hacia lo que será la profesión en veinte o treinta años.

¿Qué ventajas puede tener un abogado que conoce el terreno frente a otro que proceda de grandes despachos de ciudades?

Desde la terminología (en la Montaña Palentina tenemos nuestros vocablos que solo se entienden aquí) a la idiosincrasia que nos enriquece. Es algo que si estás aquí y lo vives lo entiendes perfectamente. Además, hay una serie de peculiaridades que nos da la comarca. Todas estas cuestiones determinan una serie de rasgos de la personalidad. Y eso, evidentemente, lo conocemos nosotros que estamos aquí y residimos aquí.

¿Las últimas huelgas de la Administración de Justicia afectaron mucho a la zona norte de la provincia y a usted?

Afectaron, pero el derecho a la huelga está constitucionalmente recogido y reconocido. Se pudo crear un trastorno o un retraso, pero no hay nada que sea inevitable  solventar o un retraso que no pueda ponerse al día.

¿Recomendaría a una persona joven montar un despacho de abogados en la Montaña Palentina?

Sí. Aunque primero hay que saber y entender lo que es vivir en un entorno como la Montaña Palentina, con sus problemas, sus ventajas y sus inconvenientes. 

¿Qué consejos le daría a estos profesionales?

Que estudien, que trabajen y que no se cansen de escuchar. Muchas veces, el secreto de que un pleito salga bien radica en escuchar, escuchar y escuchar. Es decir, que cuando se pongan la toga sepan todo lo que tengan que saber de ese asunto.

Por último, ¿qué planes tiene de futuro?

El futuro es una cosa que me da muchísimo miedo. No hablo nunca de ello. No sé cuánto seguiré trabajando porque no me gusta planificar ni las vacaciones. He trabajado muchos años sola en mi despacho, donde he pasado casi más tiempo que en mi casa. Sigo viniendo a trabajar, muchas veces por la noche porque yo trabajo mejor por la noche. 

Ahora estoy encantada de trabajar con Paola Isla. Lo hacemos en una postura de igualdad y creo que ella lo va a hacer muy bien porque tiene instinto, algo que es muy importante tener en esta profesión. Luego hay que trabajar, molestarse y no aminorarse en un juicio. Hay que ser valiente y defender al cliente como es el deber de un abogado.