Un año y otro, por un motivo o por otro, y Villalar no termina de permanecer tranquila como fiesta de la Comunidad. Y, con lo que ha llovido, no se entiende bien por qué. Así que tal vez haga falta repasar un poco la trayectoria que ha seguido la celebración para hacerse una idea de la tan singular evolución que ha tenido a lo largo del tiempo. Porque van casi 40 años desde que en 1986 se aprobó la Ley que declaraba el 23 de abril como fiesta oficial de la Comunidad, a los que hay que sumar los años anteriores de celebración más espontánea, y no se ha apagado del todo cierta polémica sobre su aceptación general como tal fiesta, sobre la forma de celebrarla, sobre quién y cómo debe sufragarlos gastos que genera, etc.
Asunto curioso. El Estatuto de Autonomía, en su versión original de 1983 no hacía mención alguna al carácter festivo del 23 de abril, Día de Villalar. Hacía mención del escudo o emblema oficial y de la bandera y el pendón, pero nada de la fiesta; ni siquiera lo remitía a una ley posterior, como lo hacía, por ejemplo, para el vidrioso asunto de la sede de las instituciones. Pero Villalar, con ley o sin ella, se seguía celebrando y se decidió en aquella primera legislatura regional darle ese carácter de fiesta oficial. Testigo soy de que ni fue fácil sacarlo adelante, ni se alcanzó un acuerdo de mayoría cualificada en las Cortes de Castilla y León. La ley se aprobó con la mayoría justa, pero lo cierto es que tampoco nunca fue derogada ni modificada por otras mayorías alternativas. Más aún, la reforma de 2007 incorporó la mención al Estatuto de Autonomía de una forma peculiar: declara fiesta oficial de la Comunidad el 23 de abril, pero no añade que se trata del Día de Villalar. Quizá una buena muestra de algunas de esas reticencias que mencionaba.
Vino luego una larga etapa de itinerancia festiva; el 23 de abril era fiesta, pero se celebraba oficialmente cada año en una ciudad, aunque la celebración popular siguió estando en Villalar. Terminó por aceptarse que el símbolo festivo estaba allí y, tras ocurrir eso, la discusión ha pasado al apoyo real, político y económico. Y en eso estamos.
Digo yo si no será ya momento de estabilizar el símbolo debidamente. No hay otro, y lo merece. Más allá de que no sea obligatorio compartirlo o sentirlo.