Fernando Martín Aduriz

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Fernando Martín Aduriz


Memorial del viajero

04/06/2024

Hay un libro del poeta Sergio G. Zamora, flamante Premio Ateneo de Poesía-2024, que se titula Informe del alucinado y que incluye otro poemario titulado a su vez, Memorial del Viajero. Pues bien, con el eco de esos dos significantes, memoria y viaje, me he dispuesto a leer de nuevo lo que allí dice nuestro poeta. Si bien el poeta no sabe lo que dice, lo dice antes (Lacan dixit). Y eso nos invita a seguirle. Allí expresa su idea del viaje, luminosa a mi entender, de que más que viajero es viaje. Y añade: «Hay sitios de mí que me fatigan». Si nos atrevemos a seguir esa senda, no paramos de recorrer la geografía interior, y nunca vamos más lejos de esos paisajes, con rótulos y cifras, y colores inolvidables, y escenas olvidables. Tanto recuerdo nos incomoda. Y creemos que un viaje nos facilitará las cosas.  Pero ocurre que las vacaciones no son de lugares exteriores, las vacaciones son alejamientos vanos para dejar de fatigarnos en el viaje de nuestros obsesivos pensamientos, nuestros agobiantes temores, y así preferimos 'entre-tenernos', olvidarnos de nosotros mismos, y entonces nos vamos muy lejos, o a otras latitudes, intentando que el tiempo se pare, que nuestro archivo memorístico se cierre un breve lapso de tiempo. Ocurre que descansar, lo que se dice descansar, no con carácter provisional yéndonos de vacaciones, (o de 'escapada'), sino descansar de verdad, permanentemente, no es posible sin recorrer el secreto que nos envuelve, sin visitar los lugares de la memoria donde anida el recuerdo encubierto, sin descifrar «los sitios de mí que me fatigan».  Si no es posible el olvido es porque no depende de nuestra voluntad, sino del «traidor» inconsciente que nos juega malas pasadas diciéndonos verdades como puños. Tanto en el lapsus como en el sueño, como en los olvidos, como en nuestros síntomas. Si no es posible el olvido es porque no depende de nuestra voluntad consciente, a veces muy sensata, («es mejor olvidar para no sufrir»). Si no es posible el olvido es porque la tercera herida infligida al narcisismo del hombre (Copernico y Darwin llegaron antes que Freud), es la herida de que el humano no es dueño de sus propias palabras. Viaja dividido profundamente entre su 'yo' de ventrílocuo, y su 'Otro', ese sujeto que envía fantasías que nos dividen, sueños que nos permutan, olvidos que nos inquietan. Si el poeta dice verdad, y es más viaje que viajero, es porque su vida ya es una vida poética, allá donde esté, entre trigo o en una isla.

ARCHIVADO EN: Poesía, Zamora