Editorial

Al bono cultural le cuesta afianzarse entre los jóvenes y las entidades

DP
-

La provincia de Palencia reúne las mejores cifras porcentuales de Castilla y León

A priori, pareciera que recibir un bono cultural de 400 euros al cumplir los dieciocho años es un auténtico premio, pero en unos casos por las complicaciones para solicitarlo, en otros porque hay pocos establecimientos y entidades en las que gastarlo, incluso por falta de coincidencia con los intereses de los destinatarios respecto a lo que sí y a lo que no se puede dedicar, lo cierto es que todavía no ha terminado de afianzarse. Y eso que en el caso de Palencia, las cifras son mejores que en otras provincias, incluso están por encima de la media nacional. De los 1.304 nacidos en el año 2005, han sido 990 los que solicitaron el bono cultural joven, es decir, casi el 76 por ciento. Es el porcentaje más alto de Castilla y León, por delante de Burgos y Valladolid incluso. Lo elevaron con respecto a los nacidos en 2004, que les precedieron en el estreno de esta especie de ayuda enfocada a facilitarles la adquisición de libros y videojuegos o de entradas para cines y festivales. Esto quiere decir que, poco a poco, el colectivo va entrando y conociendo, casi seguro que por boca de sus coetáneos, las ventajas que proporciona.

Pero también es cierto que se topan con un hándicap y es que el bono cultural joven no ha calado demasiado entre las empresas y establecimientos que constituyen la otra pata del banco, es decir, aquellos espacios en los que gastar el dinero. Once entidades únicamente -traducidos en puntos físicos serían algunas más- participan en el caso de la provincia palentina en este proyecto joven, y la mayoría de ellas están en la capital. Salvo Villamuriel y Aguilar, el resto del medio rural no dispone de esos espacios de venta. Al decir de quienes sí están, una de las razones principales es lo farragoso y lento que resulta el proceso de inscripción y eso, con toda seguridad, habrá echado para atrás a otros interesados, de igual modo que ha llevado a varios cientos de dieciochoañeros a retraerse.

Los que finalmente han conseguido su tarjeta y han empezado a usarla, dicen estar satisfechos y se congratulan de que la administración favorezca su acceso a determinados bienes culturales. Es, a la larga, una forma de fidelizarlos en ese ámbito. Aunque también hay quienes se cuestionan si no sería más lógico que esa ayuda de 400 euros fuera para quienes tienen menos capacidad adquisitiva en vez de tener un carácter general. Porque en muchos casos, la falta de medios dificulta en exceso el que quienes más lo necesitan sean los que menos lo consiguen. Convendría, a tenor de todo esto, revisar un proyecto que, a priori, y conviene insistir en ello, es positivo y una 'jugosa' recompensa al alcanzar la mayoría de edad, de forma que llegue a la inmensa mayoría, incluidos quienes más problemas tienen en el día a día para acceder a la cultura.