«Debe haber un motivo para meter toda tu vida en una maleta»

Pablo Torres
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El Teatro Ortega acogerá este viernes, Día Internacional de la Mujer, el estreno del documental 'Mujeres silenciosas', del productor y director palentino Alberto Arija. El acto, que comenzará a las 17,45 horas, está impulsado por la Diputación

Alberto Arija - Foto: Pablo García Sanz

Con la pretensión de dar voz a once mujeres migrantes del medio rural palentino, el director  Alberto Arija estrena este viernes, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, su documental Mujeres silenciosas, la segunda parte de su proyecto Mujeres invisibles. El acto, que se celebrará en el Teatro Ortega, forma parte de la programación del 8-M de la Diputación.

Usted mismo afirma que haber vivido a ambas orillas del Atlántico influyó en la creación de su estudio. ¿Por qué?
Por el hecho migratorio, que tiene que ver con mi propia migración. Los dos proyectos más potentes en los que estoy trabajando tienen que ver con el movimiento humano.

Actor, director, productor, periodista radiofónico, escritor… Es usted multidisciplinar
Mi abuela decía que aprendiz de muchos oficios, maestro de nada.

Soy un comunicador, un cuentahistorias. El formato da lo mismo: ha habido momentos en mi vida en los que he comunicado a través de la música; la radio sigue siendo una ocupación porque la sigo haciendo; la escritura la he integrado en los últimos 15 años; y el cine, ya sea delante o detrás de la cámara, en los últimos 20. Lo que me gusta es hacer una historia que deje poso y realmente diga algo. Por eso trato de aprender de todos los formatos.

Su documental Mujeres silenciosas es la segunda parte de Mujeres invisibles. ¿Cómo surgió ese primer proyecto?
Ese primer proyecto habla de mujeres rurales. Recuerdo centrarlo en mi madre el día que lo estrenamos en el Teatro Principal. Con sus 96 años, sigue viviendo en Huelva y teje todos los días como yo lo venía viendo desde que era pequeño. Esa ha sido una generación de mujeres que se ha ocupado de todo, pero a la que no habíamos puesto voz.

Todos tenemos una madre y una abuela que han dedicado su vida a cuidar a los hijos, ayudar a sus maridos en el campos, hacer de maestras en casa, de economistas, de psicólogas… fueron la base de la economía y la cultura en las zonas rurales. Cuando los hijos se emancipaban, llegaban sus padres, y también se hacían cargo de ellos hasta que desaparecían. Detrás de cada una de ellas había profesionales de cualquier rango que podrían haber hecho una carrera en condiciones, pero nadie les preguntó nunca qué les hubiera gustado hacer con su vida.  

Así surgió Mujeres invisibles: contaron su historia, las dejamos hablar y nos emocionaron. Ahora, llega Mujeres silenciosas, que también trata de mujeres que pueblan las zonas rurales de la provincia y que contribuyen al desarrollo, pero que, en su caso, han llegado desde cualquier parte del mundo: son inmigrantes. 
Son mujeres que vemos por las calles, pero que son unas auténticas desconocidas para nosotros. Por eso son silenciosas. No conocemos su vida, su realidad, lo que les ha motivado a moverse. 

Esa diferencia entre las protagonistas de ambos documentales, ¿se ha visto reflejada en los testimonios?
Son realidades diferentes. Quizás en Mujeres invisibles las vidas sean más parecidas, ya que los testimonios han vivido en una realidad dentro de un país determinado, con unas condiciones derivadas de la posguerra. Aunque pueden tener diferentes matices, el contexto es el mismo. 

En el caso de Mujeres silenciosas, las realidades son distintas, aunque hay un elemento común: la existencia de una razón poderosa para que alguien decida marcharse del sitio que ama. Tiene que haber un importante motivo para meter toda tu vida en una maleta y marcharte del lugar donde has crecido. 

Muchos de su trabajos tienen como protagonistas a personas mayores. ¿A qué se debe?
Me interesa mucho el comportamiento humano, sobre todo de gente que tiene una experiencia y una vida que contar. El que enseña es el experto, y la gente mayor es experta en vida.

Desde mi punto de vista, la cultura occidental trata bastante mal a la gente mayor, casi diría que despectivamente. Ellos tienen muchas cosas que enseñar: son los que dejan el poso, la herencia y la referencia. Es gente que ha venido de muchos sitios cuando los demás estamos yendo. 

¿Considera que a estas personas se les da voz?
En absoluto. Cuando uno se jubila, ya no está. Se le da menos entidad que en otras culturas; en las orientales, por ejemplo, creo que se les trata mejor. 

El estreno coincide con el 8-M
Es una fecha perfecta para estrenar un documental en el que 11 mujeres ponen voz a su experiencia y se reivindican como personas.