Parece que los amigos del presidente del Gobierno le apodan con ese nombre cuya traducción es señor guapo. Lo proclamó su tocayo Almodóvar en San Sebastián actuando de modo histriónico en la expresión de la admiración que le provoca tanta belleza. Esta anécdota se suma a aquella manifestación de un miembro socialista de la Asamblea de Madrid, según el cual los políticos del PP envidian a Sánchez por lo bueno que está. Flaco favor le hacen al presidente al reducir sus méritos a un físico agraciado con lo que menguan su valor y lo despersonalizan y cosifican. Es exactamente aquello que con tanto vigor rechazaron cuando un hombre se atrevía a piropear a una mujer por su belleza. Siempre se ha dicho que la belleza está en el ojo que la contempla, para subrayar su carácter subjetivo. Tanto si se trata de la belleza masculina como de la femenina, la belleza es un accidente, una suerte que le cae en gracia a quienes la poseen pero que no tiene ningún mérito personal y que, incluso, puede conseguirse si se dispone de los medios necesarios. La cirugía estética ha alcanzado metas muy elevadas. La bondad, la ética, la honradez, la generosidad, la capacidad de trabajo sí que son cualidades admirables que se adquieren voluntariamente con un firme propósito de ser útil a la sociedad. Es lo que algunos llaman belleza interior, mucho más difícil de alcanzar. No sé si esa insistencia en alabar la belleza física del presidente se debe a que no hay mucho más que admirar en la personalidad del señor Sánchez, ni tampoco en su labor como presidente del gobierno de España. Se ha simplificado su idoneidad para ejercer tan fundamental tarea reduciéndolo a su atractivo físico y su progresismo, sin que se haya explicado el significado real de ser progresista. La propaganda socialista tiene la habilidad de resumir en una sola palabra-progresista-todos los rasgos positivos que deben adornar al Gobierno,palabra mágica y comodín que sirve para todo y no significa nada. Por otra parte, tampoco veo razón para la utilización del inglés para un apodo. No creo que fuera de España la belleza del presidente provoque tanta admiración como en Almodóvar. Y tampoco es para tanto.