El domingo, 15 de octubre, la prensa escrita, radio, televisión, redes sociales, conversaciones, giraban sobre un tema. La desesperada situación en la que se encuentra Gaza. Sin que haya una luz que alumbre una mínima esperanza. Dura realidad por la que están sufriendo miles y miles de gazatíes, obligados a dejar tras de sí los hogares y sus escasas posesiones en un vano intento de escapar al fuego de armas cada vez más sofisticadas y mortíferas. Dolor imposible de describir: cuenten los muertos. Nadie puede escapar del infierno mientras sea perseguido y no haya un deseo de paz por parte del enemigo. Son muchas las voces que se alzan frente a lo que está ocurriendo. Y, sin embargo, no hay consenso para que, todos a una, no ignoren por más tiempo la situación de caos y fuerza opresora por parte de Israel, que no toma la decisión de apagar el conflicto ni intenta dar marcha atrás para evitar más muertes de seres inocentes, que, siempre, son los mismos: niños, ancianos, mujeres. 
Y todo para acabar con una banda de asesinos. No importa quien caiga en ese camino. Los actos de crueldad se repiten. Hoy, martes, mientras escribo mi columna, oigo que los israelíes siguen adelante con tal de lograr su propósito. La población está sufriendo un asedio implacable: sin luz, ni agua, ni alimentos, ni medicinas…Y estamos en 2023. ¿Pensamos que somos seres civilizados? lo dudo. Leo frases, resumen lo que Israel quiere conseguir, caiga quien caiga. Transcribo: «no quieren que quede nada en pie». «Hay que lograr que Hamás no tenga capacidad alguna de hacer daño». Para ello, Netanyahu no duda en aumentar tropas y armas de última generación. Machacar al enemigo. ¿No podría haber otro medio de avanzar, de convencer, con diálogo, por ejemplo? Muchas veces me he preguntado qué se mueve tras el telón de este o de cualquier otro camino de injusticia elegido por un convencido dirigente que se cree tocado por la mano de Dios y,  libre de error, toma sabias decisiones…
Voces de analistas hablan del «gravísimo riesgo de una escalada», «Israel no debe reaccionar de manera estúpida». Un palestino lleva en sus brazos a una pequeña al hospital. En Sangre adormilada, Marcelino García Velasco dejó el dolor de un atentado. Profundo y doloroso poema.