Dentro de no muchos años, el hombre habrá colocado una estación espacial en la luna, de donde partirán cohetes (tripulados) a Marte. Para entonces, el automóvil sin conductor será un hecho presente y normal y los carnés de conducir, una antigualla del pasado. Y entonces es posible --lo digo cuando se celebra el día del cáncer-- que nuestro horizonte vital previsible se acerque a los ciento veinte años 'útiles' y lúcidos. El cambio climático, que provoca la sequía que hace que ducharse esté mal visto según y dónde, se habrá detenido bastante, porque los combustibles fósiles estarán obsoletos o prohibidos. Comeremos más insectos que chuletones y los drones 'pacíficos' serán los taxis que nos lleven de una parte a otra de ciudades remozadas. Es el futuro inmediato, en absoluto visionario, que se nos echa encima, un futuro en el que todo va a cambiar y, si no, piense usted en que ahora se conmemoran los veinte años de la creación de Facebook y en todo lo que nos ha ocurrido desde entonces. Y todo esto, ¿qué tiene que ver con las campañas electorales en curso? Nada, por desgracia.
Quienes aspiran a ser nuestros representantes andan mucho más absortos en la conquista de una pequeña parcela de poder que en analizar o diagnosticar ese porvenir que, de todas maneras, se nos echa encima. Mire usted, si no, los temas que se tratan en los mítines, llenos de alusiones zafias al oponente, de debates mendaces sobre lo que permite o no la Constitución y de triquiñuelas para escondernos la crudeza de muchas extralimitaciones a la legalidad y al sentido común. ¿Por qué no entienden que el Cambio, a pesar de ellos, está ahí, como el dinosaurio de Monterroso, y que más vale domesticarlo y planificarlo que sumarse, tarde y mal, a la ola?
Lo voy a contar: ando elaborando un estudio periodístico sobre ese Cambio imparable y quise saber cuáles son las prospectivas que maneja mi Gobierno de cara a, pongamos, 2030 o incluso 2050, que es una fecha que muchos de los lectores sin duda van a conocer. Así que pedí un encuentro, informal y para mis trabajos, con quien figura como responsable de la cosa en la opacidad de La Moncloa. Desde una secretaría se me respondió amablemente que vuelva a intentarlo... después del verano. No hubo más explicaciones. Un portazo en las narices a cualquier trabajo de investigación periodístico por parte de quienes, con nuestros impuestos y para beneficio exclusivo de los intereses de un Gobierno, pueden permitirse contar con decenas de colaboradores, funcionarios o asesores contratados, para elaborar 'pro domo sua', sus informes de futuro.
Este es apenas un ejemplo más de que el Cambio, en cuanto concepto de las formas que deben regir en el uso de la política, no ha llegado a nuestras playas. Quizá la Inteligencia Artificial dé pasos de gigante en los próximos años, incluso meses. O el metaverso nos cree realidades paralelas cada vez más tangenciales. Puede que hasta tengamos una segunda residencia en el planeta rojo. Lo que, ay, nunca cambiará es esa mentalidad estrecha, burocrática, que consiste en negarse a considerar al ciudadano como parte de una sociedad civil que tiene derecho a compartir lo que se dice que se hace en su nombre. Quien lo entienda, y actúe en consecuencia, vencerá en las elecciones y, además, convencerá. O sea, no como ahora.