Editorial

Palencia da la bienvenida en la seo al nuevo obispo, Mikel Garciandía

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La Iglesia tiene aún un importante peso específico y es mucho más que ceremonia

Más allá de las creencias de cada cual, la noticia de que la sede episcopal de Palencia no se queda vacante, sino que desde ayer, en que fue consagrado, está ocupada por el navarro Mikel Garciandía es una buena noticia. Porque la Iglesia tiene peso específico y es más que ceremonia, boato y solemnidades; más que enseñanza en los colegios religiosos y las catequesis; más que transmisión de doctrina y de historia institucional y más que porcentajes de fieles y asistencia a los templos. La Iglesia es transmisora de valores y continuadora de la tradición judeocristiana en la que una inmensa mayoría de palentinos hemos nacido y crecido y hemos sido educados. 

Y es una amplísima plataforma solidaria, que teje redes de apoyo para las familias y los individuos más desfavorecidos económicamente y más excluidos socialmente; que no deja a los inmigrantes que llegan, huyendo de la pobreza o de los conflictos, sin un techo o una comida caliente; que ampara, aunque sea temporalmente, a los sin techo; que sostiene numerosas obras  educativas, sanitarias y de promoción personal en aquellos lugares a los que otros muchos no llegan; que tutela a personas ancianas o dependientes en sus residencias y asilos; que atiende a la infancia y la juventud que precisa de su ayuda y que intenta mantener en pie y en las mejores condiciones posibles un rico y vasto patrimonio heredado por cuantos habitamos los pueblos y ciudades y sentimos que forma parte de nuestra propia idiosincrasia. 

 Faltas seguramente comete muchas porque es una institución formada y llevada por seres humanos, con sus limitaciones, pero con la consagración de un nuevo obispo se abre siempre una ventana de esperanza a seguir mejorando las relaciones, a avanzar con la sociedad en la que se asienta, a cambiar en positivo y a situarse en la mayor cercanía posible a los fieles creyentes. Y también a quienes no lo son porque sus templos, sus casas de acogida, sus centros y talleres están abiertos siempre a quien demanda ayuda.

Es pronto para decir cómo será el magisterio pastoral del nuevo prelado, pero lo que no puede ponerse en duda, en modo alguno, es que Garciandía, que ha pasado unos días en La Trapa antes de ser consagrado en su cargo, llega a Palencia con la actitud de servicio que ha de caracterizar a un servidor de la Iglesia. Ejercerá de pastor de los católicos, atento en todo momento a las necesidades de cada arciprestazgo, del clero regular y secular y de todos los grupos tanto de sacerdotes como de seglares que trabajan en favor de la comunidad, aunque lo primero, obviamente, tendrá que ver con acercarse a cada rincón de la diócesis para conocerla bien. De momento, corresponde darle un voto de confianza.