ÇLas mujeres gitanas víctimas de violencia machista se enfrentan a una triple discriminación que llena de obstáculos el camino para salir del maltrato. Antigitanismo, machismo y situaciones de pobreza se unen a la falta de confianza en unas instituciones que tendrían que protegerlas, pero que no las representan.
No hay cifras oficiales que reflejen la realidad de la violencia de género en la población gitana, pero las asociaciones que trabajan con mujeres de esta etnia tienen claro que se denuncian muchos menos casos de los que en realidad existen. Así lo indica con motivo del Día Internacional del Pueblo Gitano la asesora jurídica de la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas, Fakali, Elena López, quien asegura que no es que las mujeres gitanas desconozcan los recursos a los que pueden acudir para denunciar situaciones de violencia machista, sino que «no los consideran para ellas».
«No se sienten representadas en las campañas institucionales contra la violencia de género y muchas veces nos dicen que cuando se anuncia el teléfono 016 nunca ven la imagen de una mujer gitana». A esto se añade, incide López, el gran desconocimiento que existe sobre la cultura gitana entre los agentes policiales, judiciales o sociales.
Todo esto sumado hace que, si las mujeres ya acuden con dudas a las instituciones que deben protegerlas, al final «se pierden en un itinerario ya de por sí bastante complicado de transitar» y «la consecuencia es que vamos a tener que saltar muchas más barreras para llegar a una situación final de salida de la violencia de género».
Entre ese desconocimiento que, en general, existe de la cultura gitana esta experta señala, por ejemplo, la importancia del núcleo familiar y el hecho de que la mayoría de estas mujeres no viven solas con su marido e hijos, sino que también lo hacen con suegros o cuñados, lo que supone un hándicap a la hora de denunciar.
Los prejuicios y el antigitanismo también hacen mella en ellas, que lo tienen mucho más difícil a la hora de conseguir un empleo o acceder a un alquiler que el resto de las mujeres, por lo que las posibilidades de independizarse del marido y maltratador se reducen. Por no hablar de la precariedad en la que todavía a día de hoy vive una parte importante del pueblo gitano.
«Todas estas discriminaciones se unen y hacen que al final estas mujeres tengan mucho más complicado salir de una situación de violencia», explica la psicóloga de Fakali Patricia Peña.
«Cuando una niña gitana tiene algún problema en su rendimiento escolar, los profesores, desgraciadamente, no apuestan tan directamente por ella, porque dan por hecho que no va a terminar sus estudios, o que se va a casar con 14 años, se va a ir a vivir con su pareja y se va a quedar embarazada. Eso incide de una manera directa en la vida de estas personas y puede complicar que salga del círculo de la violencia», lamenta López . De ahí que no es extraño, señalan, que las mujeres gitanas desconfíen a la hora de acudir a las instituciones.