No solo la sombra de la corrupción o las causas judiciales en las que apoyó buena parte de su argumentario el líder de los populares Núñez Feijóo en la última sesión de control al Gobierno del presente año celebrada este miércoles. La erosión progresiva que padece el Ejecutivo central le viene dada de serie, como una suerte de obsolescencia programada, tras coser una legislatura a retazos, con una multitud de formaciones con intereses varios y que también tienen la vista puesta en mejorar o mantener sus resultados electorales.
Desde el 'fuego amigo', los choques entre PSOE y Sumar han estado presentes desde el minuto cero de la legislatura por la necesidad de la formación de Yolanda Díaz de vender sus conquistas, sobre todo en el ámbito laboral y ahora en materia social, con la vivienda de por medio. Ayer, Sumar denunciaba la parálisis de la ministra de Vivienda, la socialista Isabel Rodríguez, después de que Consumo, con Pablo Bustinduy al frente, abriera un expediente sancionador a la plataforma Airbnb por los pisos turísticos irregulares. La portavoz de Sumar en el Congreso, Verónica Barbero, defendía que hacen lo que la titular de Vivienda «no se atreve a hacer». Tampoco parece ser del agrado de Yolanda Díaz que el ala socialista del Ejecutivo pretenda llevar a 2025 su medida estrella, la reducción de la jornada hasta las 37,5 horas. Puntos de fricción con un Sumar que asiste al creciente protagonismo de Podemos en plena reconstrucción, impulsado por el 'caso Errrejón' y la propia debilidad del Gobierno.
Además de su socio capital, los pulsos a Sánchez le llegan desde diferentes latitudes políticas. Completar la legislatura con la amenaza constante de sus principales soportes es todo un ejercicio de resistencia. Paradigmático es la dificultad para prorrogar el impuesto a las energéticas, comprometido a Sumar, ERC, Bildu, BNG y Podemos, un ejemplo más de la complejidad para cumplir lo acordado en un escenario político envenenado en el que cada desencuentro es una muesca que señala un futuro poco alentador para los intereses de Sánchez. En esta ocasión, la negativa de Junts y PNV a sentarse a abordar el impuesto energético hacía estéril el encuentro promovido para ayer por Hacienda y un Podemos que terminó borrándose de la reunión.
Más allá de este episodio que expone la situación de debilidad del Ejecutivo, se normalizan movimientos que preconizan un horizonte más complejo para el PSOE. Una muestra es el acercamiento de PP y Junts para pactar rebajas fiscales dejando en el alambre la reforma del Gobierno. En casos como el de PNV, con el gravamen energético, por ser más próximo a las tesis económicas de los populares, en el caso de Junts o ERC ante la necesidad de evitar la impresión de que cuelgan de un Ejecutivo que no cumple su parte del trato. Cada cual con sus razones, se percibe un cambio de tendencia porque los apoyos, tan frágiles como los sellados, no están llamados a durar para siempre.