Rafael de la Cueva y Alejandro Rubio salen a hombros de Campos

Santos García Catalán
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Las mejores faenas corrieron a cargo de los alumnos de las escuelas de Palencia y Valencia, Eduardo Rodríguez y Bruno Gimeno, respectivamente, en un buen encierro de la ganadería charra de Espioja

Rafael de la Cueva y Alejandro Rubio salen a hombros de Campos - Foto: Óscar Navarro

Con motivo de la Feria Chica, se celebró en el coso de Campos Góticos la ya tradicional clase práctica de toreo, organizada por la Asociación Cultural Taurina y la Escuela Taurina de Palencia, con la colaboración de distintas instituciones provinciales y regionales. En el callejón estuvieron la presidenta de la Diputación, Ángeles Amisén, y el consejero y portavoz de la Junta, Carlos Fernández Carriedo. Hubo media plaza en una tarde luminosa, pero ventosa y desapacible.


Se lidiaron seis erales de la ganadería salmantina de Ramón Rodríguez Espioja que resultaron nobles y manejables en general, destacando el 2º y el 5º, que fueron premiados con la vuelta al ruedo, y aplaudidos el resto excepto el 6º.


Abrió plaza David Sejas, de la Escuela Taurina de Huesca, que recibió al eral con clase, pero abanto de salida y flojo en la muleta, con una larga de rodillas. Sejas le endosó varias tandas por ambos pitones, en faena muy larga que no caló en el tendido. Mató de estocada tras pinchar y su labor fue silenciada. Palmas al novillo en el arrastre.

Rafael de la Cueva y Alejandro Rubio salen a hombros de CamposRafael de la Cueva y Alejandro Rubio salen a hombros de Campos - Foto: Óscar Navarro


Eduardo Rodríguez, de la Escuela de Palencia, estuvo muy animoso, valiente y decidido desde el recibo capotero hasta las tandas de derechazos, por la izquierda le costaba al animal. Rodríguez, que es rehiletero, estuvo más voluntarioso que acertado con un novillo bravo y repetidor al que se le dio la vuelta al ruedo sin pedirlo el público. Mató de estocada tras pinchar y paseó una oreja.


David Cob, de la escuela palentina, puso toda la voluntad del mundo para agradar con dos tandas por el pitón derecho con mucho gusto ante un novillo que acudió pronto a los engaños. Mató arriba tras dos intentos y hubo silencio.


Alejandro Rubio, de la escuela madrileña del Yiyo, sorteó el eral más fuerte que repitió en la muleta del madrileño en una faena de altibajos. La estocada fue arriba y fulminante y el usía debió pensar que merecía las dos orejas (sin petición de la segunda) que el novillero paseó sonriente y agradecido. Palmas al eral cuando el tiro de mulillas lo llevaban al patio de caballos.

Rafael de la Cueva y Alejandro Rubio salen a hombros de CamposRafael de la Cueva y Alejandro Rubio salen a hombros de Campos - Foto: Óscar Navarro


Una oreja cosechó, que pudieron ser de dos y rabo, el valenciano Bruno Gimeno; un chaval con raza y valor para dar y tomar que además sabe hacerse con el público con facilidad. Le brindó al director de Grana y Oro, Carlos Martín Santoyo.


Primero se fue a portagayola y luego lo remató con bellos lances capoteros. Puso banderillas con una facilidad pasmosa. Tiene desparpajo y valor en la cara de los novillos, y con la muleta se fue al centro del platillo para recibir a un excelente eral que repetía y acudía con prontitud a la franela del valenciano. 


Es arrojado y no se miró tras una voltereta que le propinó el encastado eral y realizó un toreo muy variado por ambos pitones. La pena es que dio un auténtico mitin con los aceros. No obstante, el público le pidió la oreja con fuerza que el usía concedió. Al novillo, esta vez sí lo pidió parte del público, se le concedió la vuelta al ruedo.


Cerró festejo el venezolano de la Escuela Taurina de Madrid, Rafael de la Cueva; ganador que fue de la Clase Práctica de Ampudia y como premio tenía asegurada su participación en la Feria Chica. Es un novillero con oficio, y lo demostró ante el animal más deslucido del encierro, un animal que fue de menos a más gracias a la técnica que atesora el chaval. Lo hizo todo él, y aunque entró a matar dos veces, el público pidió con fuerza los trofeos. Paseó dos orejas.


En definitiva, un festejo brillante donde hubo toros (erales) y toreros (principiantes) en una tarde desangelada en la que el sol engañaba. Llegamos a pasar frío. En fin cosas del toreo.