En los últimos días y en distintos lugares de España se están sucediendo manifestaciones en contra de los pisos turísticos.
Y es que estamos hartos, sí, una inmensa mayoría de ciudadanos estamos hartos de "sufrir" como nuestras ciudades, sobre todo los "cascos históricos" se convierten en parques temáticos. Hartos de que en nuestros edificios haya cada vez más "pisos turísticos". Hartos de que muchos de nuestros vecinos, sobre todo, los más mayores, vayan abandonando sus pisos para irse a vivir al extrarradio, o que cuando mueren, sus herederos conviertan sus viviendas en pisos turísticos. Estamos hartos de que los alquileres suban hasta resultar inaccesibles. Hartos de ver como poco a poco nos van echando de nuestros edificios, de nuestras calles, de nuestra ciudad.
No solo comprendo, sino que me uno, a quienes estos días salen a la calle para reivindicar poder seguir viviendo en su ciudad.
Es hora de que los alcaldes y los presidentes de las Comunidades Autónomas, además del gobierno central, se pongan a pensar cómo hacer compatible que vengan turistas al tiempo que los ciudadanos podamos seguir viviendo dignamente en nuestras casas, sin que quienes tienen un alquiler se vean obligados a marcharse porque no pueden pagarlo.
Los hoteles también están sufriendo el envite de esta nueva manera de alojarse cuando uno va de visita a otra ciudad.
Los poderes públicos, los primeros los alcaldes, tienen la obligación de preocuparse y ocuparse del bienestar de sus convecinos. No pueden seguir mirando hacia otro lado diciendo que esto es cosa del "mercado". Será cosa del "mercado" pero el "mercado" debe de estar al servicio de los ciudadanos y no al revés. Es decir: tiene que haber reglas y límites.
No digo que la solución sea fácil, pero al menos tienen que buscarla.
Hoy, nuestros hijos no pueden independizarse, porque los alquileres son prohibitivos. Incluso los que ya tienen un trabajo tienen que seguir haciendo vida de estudiantes compartiendo piso con dos o tres amigos. El sueldo no les da para un alquiler.
Tampoco podemos obviar que, cuando a cualquier trabajador se traslada a otra ciudad, se encuentra con el mismo problema: no pueden pagar un alquiler.
De manera que ya basta de que nuestros alcaldes y representantes públicos miren hacia otro lado en vez de afrontar el problema y buscar soluciones.
Que se enteren de una vez que los ciudadanos estamos hartos. Pero que muy hartos.