La cadena de supervivencia que garantiza que una persona que sufra una parada cardiorespiratoria sobreviva –la cardiopatía es la primera enfermedad de muerte en el mundo– empieza en el alertante y acaba en el hospital. Todos los eslabones de esa cadena son claves y cada minuto cuenta, porque las probabilidades de sobrevivir aumentan si hay un desfibrilador cerca y mucho más si en esos primeros cuidados hay alguien que sabe utilizarlo. La concienciación sobre la necesidad de contar con uno de estos dispositivos que salvan vidas cerca se ha incrementado considerablemente en los últimos años. Es más, Castilla y León ha pasado de contar con un desfilibrador por cada 3.050 habitantes en noviembre de 2020, a uno por cada 1.400 ciudadanos. Una cifra que ha subido considerablemente si se tiene en cuenta que en 2020 apenas había más de 700 aparatos, mientras que las últimas cifras facilitadas por la Junta a través de los datos de Gobierno Abierto ascienden a 1.704.
Los desfibriladores externos automáticos (DEA) son cada vez más fáciles de encontrar en instituciones y empresas para poder actuar con celeridad ante una parada cardiaca. Su implantación es cada vez mayor. La última actualización del registro de desfibriladores del Gobierno regional, con fecha finales de noviembre de 2023, desglosa que en Burgos hay 369, seguida de Valladolid con 308; León con 216; Salamanca con 212; Segovia con 177; Zamora con 146; y Ávila con 108. Las que menos tienen son Palencia y Soria, ambas con 84.
Las instalaciones se pueden encontrar desde en empresas como Renault o Michelin hasta comunidades de propietarios, ayuntamientos, espacios públicos como centros cívicos u otros tipo de lugares donde podrían ser necesarios. Aunque además de contar con un desfibrilador también se debe tener cerca a alguien que esté formado para utilizarlo. En el caso de Castilla y León, desde el Instituto de Ciencias de la Salud de Castilla y León (Icscyl), su director gerente, Alberto Caballero, calcula que hay ocho personas con la formación necesaria por cada desfibrilador instalado.
Desde este centro se lleva a cabo una formación continuada a los profesionales sanitarios, pero también forma a la Guardia Civil de Castilla y León, como detallaron fuentes de la Consejería de Sanidad. Pero su trabajo no se queda solo ahí, también hay numerosas empresas y ayuntamientos que se ponen en contacto con ellos. Caballero advierte que el número de desfibriladores puede ser mayor, ya que pueden no haberlos registrados porque «los médicos y enfermeras no necesitan hacer el curso». El contenido de dicha formación viene recogido en el decreto de la Junta y se divide entre cuatro horas de Soporte Vital Básico y otras cuatro dedicadas al desfibrilador.
Además de esta función, desde el Icscyl pusieron en marcha una app DEA-CyL desde la que cualquier persona puede acceder a un tutorial para saber cómo actuar paso a paso de forma gráfica, así como un mapa de desfibriladores en Castilla y León, mostrándole los más cercanos.
«Desde el Consejo Español de Rehabilitación Cardiopulmonar promovemos que se haga más desarrollo de esta formación», destacó Caballero, que recordó que una de sus prioridades son los colegios y los escolares. El director gerente recordó que Castilla y León decidió apostar en 2005 por una escuela de urgencias y emergencias que nace para la formación del personal sanitario, pero que se ha ido ampliando a cuatro ámbitos: escolar, sanitario, familiar y laboral. Todo este trabajo ha permitido que «la Comunidad esté en una buena dinámica de ir potenciando todo esto», añadió Caballero. «Tenemos que empezar a concienciar a la gente que la formación en sanidad es importante», concluyó.