Es un verbo asociado a un determinado modo de gobernar y de hacer política que los españoles hemos padecido y que, casi medio siglo después, vuelve a tener vigencia en nuestra sociedad dirigida por ideólogos que anteponen su credo a la libertad de criterio. Cuando resumimos el relato de los actuales gobernantes en nuestro país, observamos que se rigen por un conjunto de arquetipos que no se basan en la libertad ni en la independencia propios de la democracia, sino que se inspira en la disidencia que, llevada al modo de gobernar, se convierte en prohibir cualquier iniciativa que no sea ecologista, feminista, indigenista, descolonial, LGTBI, dogmática, sectaria, demagógica. Es decir, afines al dogma woke. La prohibición por razones de índole ideológica se disfraza con una dialéctica de falso humanismo conmiserativo, que trata de producir la impresión de que las prohibiciones que impone tienen una intención compasiva y solidaria con el débil. En ese sentido se ha expresado la vicepresidente del gobierno, señora Yolanda Díaz, cuando manifiesta su intención de prohibir que los establecimientos hosteleros permanezcan abiertos más allá de la una de la mañana, en fingida solidaridad con los trabajadores del ramo, aún sabiendo que no podrá realizarse sin el consentimiento de comunidades autónomas y ayuntamientos, que son competentes en dicha resolución. Se trata, pues, de exponer las bondades de su ideología y ganar adeptos y votos. En la misma línea se encuadra la opinión del ministro de cultura, correligionario de la señora Díaz, cuando declara su intención de prohibir las corridas de toros, sin otras razones que las puramente ideológicas, torpemente encubiertas con la retórica animalista. Para justificarse, ningunea la opinión de intelectuales y artistas que se manifestaron taurófilos, como García Lorca, quien opinó «Creo que la fiesta de los toros es la más culta que hay hoy en el mundo». Y como él, tantos ilustres pensadores. Pero al crear polémicas estériles como estas, tal vez se hable menos de la vergonzosa amnistía y de la repugnante corrupción que nos devastan.