Galicia se decantó por el PP y catapultó a Núñez Feijóo, que salió airoso del plebiscito que fueron para él -al igual que para Pedro Sánchez- las elecciones del 18-F en su tierra natal. Los gallegos optaron por no cambiar de Gobierno regional y auparon de nuevo al PP al timón de la Xunta con una mayoría absoluta holgada. La quinta en las últimas cinco convocatorias. El PP sumó 40 escaños, dos por encima de la mayoría absoluta, y con casi 20 puntos más de participación su porcentaje de voto fue cercano al 47 por ciento. De hecho, puede presumir de haber recibido 70.000 sufragios más que en 2020. En cifras globales, 700.000 gallegos escogieron la papeleta de Alfonso Rueda y 200.000 la del PSOE de Gómez Besteiro. Los números no mienten: indican un triunfo sólido que asienta a Feijóo y castiga a Pedro Sánchez y sus políticas.
«Si querían que las elecciones gallegas fuesen un plebiscito sobre mi liderazgo, ahí tienen el resultado. Si querían que Galicia validase su modelo, ahí tienen el fracaso rotundo del modelo sanchista», proclamó Feijóo en su intervención en el Comité Ejecutivo Nacional del partido el pasado martes que convirtió a Génova en una fiesta para aclamarlo a él y a Alfonso Rueda, flamante vencedor en los comicios regionales.
Si una hipotética pérdida de la mayoría absoluta iba a pasar factura a Feijóo, la que cosechó contundentemente tras la cita con las urnas del pasado domingo tiene que leerse en clave de consolidación del líder popular.
Un tropiezo en Galicia habría puesto en cuestión su liderazgo. Ahora, no hay resquicio para la duda. Y no sólo eso, también refuerza su cruzada y la de su partido contra las políticas de Pedro Sánchez, a quien el PP seguirá poniendo cerco, pero con un armazón argumentario más sólido para que rectifique en su idea de seguir adelante con el perdón general al procés para amnistiar al fugado Carles Puigdemont.
En Génova defienden su postura apuntando en una doble dirección porque, además del mal resultado de los socialistas, creen que es preciso no pasar por alto que su principal socio de Gobierno, Sumar, no ha conseguido representación, ni siquiera acercarse a tenerla.
En el enrevesado panorama político actual, las mayorías absolutas se cotizan caras. De hecho, sólo cinco pueden presumir de tener este marchamo y cuatro son del PP: Juanma Moreno en Andalucía, Isabel Díaz Ayuso en Madrid, Gonzalo Capellán en La Rioja y ahora Alfonso Rueda en Galicia. Enfrente, el PSOE sólo puede oponer la de Emiliano García Page, curiosamente el socialista menos sanchista.
Galicia -imposible no ver estos comicios en clave nacional- evidenció que el incendio que consume desde hace tiempo el poder territorial del PSOE sigue activo y avivado por vientos como la amnistía al procés.
Por el contrario, en la esquina popular no huele a chamusquina y Feijóo puede presumir justamente de lo contrario: de haber amasado el mayor poder territorial que nunca ha tenido el PP en sus manos. A las autonomías antes mencionadas hay que sumar los gobiernos de coalición en Castilla y León, Valencia, Extremadura, Murcia y las Baleares, más las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
Concentrar el voto
La victoria fortalece también un mensaje que Génova quiere que cale: la única alternativa a Sánchez es el Partido Popular. Sin embargo hay un pero. Esa alternancia solo puede prosperar si se agrupa el voto en el PP. «Galicia es un modelo para España. Galicia ha mandado un mensaje al resto de España. ¿Cuál? Concentre usted el voto en el PP, frenaremos al independentismo y mandaremos a la irrelevancia más absoluta al sanchismo. Ésta es la receta», resumió Feijóo para señalar el camino a la Moncloa.
Precisamente allí, en ese palacio de blancas columnas, el presidente Pedro Sánchez rumia el batacazo sufrido en la patria de Feijóo. El PSOE se desplomó, bajando de 14 a nueve escaños y los dedos acusadores le apuntan directamente a él pese a los esfuerzos de Ferraz para que esos resultados no se interpreten en clave nacional.
La debacle agravó el debilitamiento territorial que sufre el PSOE en los últimos años y aumentó la presión sobre Pedro Sánchez, a quien responsabilizaron no solo el PP sino también barones socialistas como el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. «No vamos a engañarnos, la realidad es que el producto era regional, pero el guiso era nacional», apuntó para apremiar a sacar conclusiones «desde la seriedad».
Las elecciones gallegas confirman la mala racha de los socialistas en el panorama autonómico y municipal en los últimos años. El PSOE dejó de ser primera fuerza en Castilla y León en las regionales de 2022; perdió apoyos ese mismo año en las de Andalucía, en las que el PP ganó por mayoría absoluta; y se quedó sin buena parte de su poder territorial en las municipales y autonómicas de mayo de 2023, lo que motivó el adelanto de las generales.
Fue una huida hacia adelante de Sánchez, que es también ahora su envite. ¿Tal vez su único camino? «El presidente del Gobierno es Sánchez y el líder de la oposición es Feijóo, esto no ha cambiado ni va a cambiar», señaló la portavoz Pilar Alegría para dejar claro que la hoja de ruta que sostiene a Sánchez en la Moncloa, con las muletas del secesionismo, se mantiene.
La consigna del líder socialista fue clara: cierre de filas para pasar página. La derrota fue «sólo» en Galicia, sin ninguna salpicadura a nivel nacional, que,a la postre, es a él mismo. La realidad, sin embargo, puede discurrir por otro camino.