Editorial

La presión internacional estrecha el cerco sobre Maduro

DP
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La soledad de Maduro es notoria. Momento decisivo para emprender una transición pacífica en el país caribeño

El chavismo parece escribir su epílogo en Venezuela de la mano de un Nicolás Maduro que se aferra al poder con el victimismo como principal argumento y con la represión en las calles como ejercicio costumbrista propio de un estado represor. Su continuidad en el Palacio de Miraflores solo ahonda en la crisis de un país que abre la puerta de salida a sus ciudadanos. Hay riesgo de que el desenlace esté bañado en sangre toda vez que Maduro conserva el control del ejército y porque él mismo presume de la detención de cerca de 2.000 manifestantes para los que prevé la construcción de dos prisiones de máxima seguridad. La habilidad de la comunidad internacional para forzar una salida pacífica ha de ser quirúrgica.

 Ha pasado más de una semana desde la celebración de los comicios y Maduro continúa enrocado sin mostrar las actas que vendrían a avalar el 51% de los apoyos que le otorga el Consejo Electoral Nacional. Enfrente, el candidato opositor, Edmundo González, reivindica su triunfo con una mayoría cercana al 80%. La falta de transparencia que ha presidido el proceso electoral precisa de una verificación independiente, lo que significaría el reconocimiento del fraude por parte de Maduro. La comunidad internacional no puede mirar para otro lado y la presión se intensifica. A la declaraciones, días pasados, del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, en las que concedía el triunfo al candidato opositor, se ha unido la UE que, con menor contundencia, ponía en solfa los resultados de Maduro al afirmar que no pueden ser reconocidos «sin evidencias». A su vez, los mandatarios de países vecinos y hasta cercanos en lo ideológico como Colombia, Brasil o México han expresado sus dudas y apuntan a la presentación de las actas. El desencuentro es total con Argentina, la Chile del socialista Gabriel Boric o con Perú, incapaz de dar respuesta en su territorio a la crisis humanitaria que, según datos de ACNUR actualizados el pasado junio, ha desembocado en el éxodo de cerca de 8 millones de venezolanos. Ya a escala doméstica, la situación en Venezuela enfrenta a PP y PSOE. Desde el Gobierno ya han exigido que se muestren las actas electorales. Mientras, este lunes Dolors Montserrat cuestionaba el papel de Zapatero como observador internacional y censuraba el «silencio» del Ejecutivo sanchista que, según la presidenta del PP en el Parlamento Europeo, les hace «cómplices del fraude electoral». Por su parte, Feijóo insistía en reconocer al candidato opositor.

La soledad de Maduro es notoria. Esta vez sí, el cerco internacional está llamado a promover un proceso de negociación que sirva para abortar la escalada represiva del régimen de Maduro, emprender una transición pacífica, como demandaba ayer la dirigente opositora Marina Corina Machado, y superar las sanciones económicas para aportar esperanza a un país donde la mitad de la población vive en la pobreza.