Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


El beso

23/09/2023

El beso de Rubiales se ha hecho más famoso que el de Gustav Klimt, que ya es decir, y lo demuestra el que cuando se abre la boca -y nunca mejor dicho- y se la da rienda suelta, desbanca a la natural cuando está silencioso. Yo opino, que nos estamos pasando de la raya con el tema en cuestión, y lo peor es que está trayendo consecuencias nefastas. Nadie se atreve a decir que se están sacando las cosas de madre, para que no le llamen frescales. Hoy se besa muchísimo el mundo entero, lo que hace unos cuantos años era un simple apretón de manos, ahora es un chaparrón de besos. Simplemente, entre amigos y amigas, o mezclados, si tardan unos cuantos días en verse, cuando se encuentran, se besuquean sin traza con abracísimos incluidos. Una de las últimas veces que he acudido al cine, me fastidiaron la película una pareja de enamorados que estaban lindantes. Se devoraban, tanto, que supongo que ni se enteraron de lo que había en pantalla. Ellos, a lo suyo, a besarse con chasquidos incluidos. Yo tendría que haber exigido al dueño del cine la devolución de mi dinero por el precio de la entrada, porque para chasquidos me pongo a cascar nueces y salgo del paso. Aquí, en el lugar en el que habito, y en verano, llegan muchas familias que están en otros lugares residiendo habitualmente, pero que siguen conservando sus casitas pueblerinas, y pasan el verano en ellas. Pues besuquean al llegar, como saludo, requetebesuquean al marchar y despedirse -sobre todo los pesimistas... los sensibles... los delicados de salud... los muy ancianos-. A mí me entristecen mucho sus despedidas, si puedo las evito, porque ya me deprime bastante pasar ante sus casitas de nuevo cerradas, con persianas bajadas y sin aquellos niños corriendo por la calle ante las puertas. Y es que la cercanía del otoño les hace regresar a su rutina a pesar de que entre los besos de despedida, se mezcle alguna lágrima furtiva. Bueno, pues al buen o mal Rubiales, aquella campeona, se le pudo quitar de delante con un empujón bien dado, y muy deportivo, pero no fue así, y si nos fijamos bien podemos apreciar que mientras él besaba, ella le sujetaba el brazo. Que sí, que no es para poner en un altar a Rubiales, pero seguramente, muchos y muchas de los que le juzgan han dado, o recibido algún beso de ese calibre, y se han quedado tan frescos. Bueno, frescos precisamente... no.

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