Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


El plato frío de la venganza

15/01/2024

Ya he contado alguna vez cual es mi mensaje favorito de la novela Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway, que narra la historia de unos milicianos ayudados por un norteamericano brigadista internacional, Rober Jordan (Gary Cooper en el filme), que quieren volar un puente por el que pasarán las tropas nacionales. Al final, después de múltiples muertes y disparos, pasan por otro lado y tanto sufrimiento, de repente, ya no sirve para nada. Entonces Jordan dice: «Pobres españoles, sus dirigentes siempre les traicionan. El único que no lo ha hecho en 2000 años es Pablo Iglesias». Por supuesto, no habla del Iglesias de ahora, guerrero que iba a conquistar el cielo y se quedó en la tierra, mejor, en tierra de nadie defendiendo sus empalizadas, sobre todo, contra su propio ejército que le privó de mando en plaza. 
A este otro Iglesias se le llena la boca de amor a los desheredados, pero por ego y ansias de venganza no ha dudado en dejar tirados en la cuneta a los más pobres. Ha dado una patada a Yolanda Díaz en el culo de aquellos a los que Vázquez Montalbán llamaba sumergidos, los más pobres, los que la sociedad no valora por esas múltiples razones que hay en esta vida para que alguien sienta que nada tiene y a nadie le importa. 
Por una absurda justificación de recortes, casi un tecnicismo, que en la balanza de medidas es ridícula (ya han explicado los técnicos que no hay recortes a los mayores de 52 años, sino una adaptación al nuevo SMI, que ya no hace necesario cotizar por el 125 por ciento del salario mínimo para tener una pensión digna) se cargan lo que beneficiaría a casi un millón de desempleados. Qué va a decir Iglesias (que es el Puigdemont de Podemos, quiere gobernar desde su castillejo moviendo a sus fuerzas como marionetas) a los parados menores de 45 años sin cargas, que obtenían el derecho al subsidio. Y a los 700.000 que lo aumentaban en 90 euros, de 480 a 570. 
Qué va a decir a los eventuales agrarios y transfronterizos de Ceuta y Melilla, que obtenían el derecho al subsidio. O a los trabajadores cuyo convenio de empresa es peor que el del sector. O a los que puedan disfrutar de periodo de lactancia que aumentaba hasta los 28 días. O a los que le parecía bien suprimir el mes de espera tras el agotamiento de la prestación, y ampliar a seis meses el plazo de solicitud. 
Este es el mayor ejemplo de egoísmo político que he visto en los últimos años. Se sustituye procurar el bien de la gente por satisfacer ansias personales de poder. Cierto que estas medidas no entrarían en vigor hasta el próximo junio, pero ahora será más tarde cuando se aprueben por proyecto de ley. La venganza es un plato que se sirve mejor frío, claro. Enhorabuena chavales por este terrible error que en el futuro será la tumba de Podemos.