«Si un chiste vale en un tanatorio, la comedia cabe en todo»

Pablo Torres
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El V Festival del humor del OMY celebra hoy, a las 22 horas, su tercera jornada de monólogos. En este caso, se sube al escenario uno de los rostros habituales del certamen, Quique Matilla, para desatar las risas en un público que ya conoce bien

Quique Matilla - Foto: Mike Calvo

El humor y el talento para desatar las risas en el público cambiaron el rumbo de Quique Matilla. Este humorista vallisoletano, vinculado a Palencia por ser la ciudad en la que estudió, dejó su pretensión de ser profesor por subirse a los escenarios con un micrófono en la mano y una buena traca de chistes en su libreta.  

Quique Matilla formó parte del primer cartel del Festival del humor, cuando el ciclo tenía el nombre de Jueves de monólogos. Desde entonces, ha estado presente en tres de las cinco ediciones (incluida la actual) del certamen.

¿Le traslada el OMY, por su ambiente, a sus inicios con los monólogos en las salas de bares?
No, y lo digo como piropo hacia el OMY. Es un sitio tan bien montado y con un público tan bueno que no es tan duro como sí lo podían ser los inicios. Estéticamente, es una pasada; artísticamente, puedes hacer lo que quieras; y el espectador, como lleva tantos años, tiene buen paladar. 

Actuaciones como las del OMY son con las que soñaba en mis inicios como humorista.

Ya es un habitual en el Festival del humor
Como estuve el primer año, en la pandemia, he podido ver la evolución, el salir de ese apocalipsis hasta volver a la normalidad. 

Para mí, regresar a Palencia es volver a casa, ya que es donde estudié mi carrera. He salido por aquí, he conocido gente, etcétera. 

En sus primeros monólogos, ¿cómo salía del paso cuando notaba que no conectaba con el público?
Las primeras veces no sales, pereces, ya que no tienes recursos para escapar. Solo intentas no sudar demasiado y no mearte encima. 

Con el paso de los años, aprendes qué puedes decir según qué sitios y a cambiar los ritmos en función de cómo veas a la gente. 

Por suerte, las malas situaciones pasan menos veces. Aun así, hay ocasiones en las que arrancas y te cuesta carburar hasta que hay complicidad. Es como un delantero sin meter goles: el día que marque uno, meterá todos hasta con el culo y por la escuadra. 

¿Qué diría que diferencia a un buen humorista de uno amateur?
El cómo conecta con el público. He visto en escenarios cómicos con líneas que parecían magistrales, pero sin sacar ninguna reacción; y gente diciendo cosas que no parecían nada ocurrentes, pero que enganchan y consiguen que los espectadores les compren todo. Ahí está la diferencia entre saber estar en el escenario o no. 

¿Usted interpreta a un personaje?
Al principio, intentaba tirar hacia el canallita de bar, pero nunca me salió porque soy muy pardillo. El papel que he intentado adoptar, que ha sido el que mejor me ha funcionado, es el de una persona que está con amigos y busca resolver todo con un chiste. 

Por eso, al subirme a un escenario, intento imaginarme que el público es ese grupo de amigos que permite soltarme y rematar todo con chistes. 

No es un personaje muy diferente a mí, ya que la mayoría de cosas que cuento las he vivido. Es el que he encontrado y con el que más sincero me siento. Con otros personajes, me sentiría más farsante. 

Lo de interpretar a un canallita de bar parece algo que se ha puesto de moda
Por una evolución de la sociedad. Hace 20 años había cómicos que hacían ese papel en el escenario, pero sin que fuera un personaje. A veces, veo monólogos míos de 2005 y pienso: ¿cómo podía estar diciendo esas barbaridades? 

Está bien que ahora las usemos para parodiarnos a nosotros mismos y hablar sobre cómo éramos hace años. Reírse de cómo era uno en el pasado es una buena forma de evolucionar. Está bien echar la vista atrás y ver que, por suerte, hay muchas cosas en las que hemos ido mejorando. 

¿Diría que todo vale en la comedia?
Sí, y voy a mencionar un ejemplo que a muchísima gente le habrá ocurrido. En los tanatorios, que son momentos muy fastidiados, siempre acaba habiendo algún chiste, anécdota o chascarrillo para romper el hielo. Si vale en ese momento, que es de los más drásticos de la vida, tiene que caber todo. 

Lo que ocurre con la comedia, al igual que con muchas otras disciplinas, es que se tiene que admitir el fallo. Igual que un jugador de baloncesto tira un triple con posibilidades de meterla o no, un chiste, cuanto más atrevido sea, más posibilidades tendrá de que no entre o no sea adecuado. A veces, hay incluso consecuencias desproporcionadas. En mi caso, he hecho humor de todo. 

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