Editorial

Casi nunca nos acordamos de Santa Bárbara hasta que truena

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Hace falta más personal especializado para atender y apoyar a quienes tienen TEA

Sucede en distintos ámbitos y viene a ser la constatación de que mientras un problema no nos concierne de manera directa y personal, ni siquiera pensamos en su existencia y en que hay otros que ya lo sufren y requieren ayuda. Muchas veces es necesario que el agua inunde los bajos de las casas para modernizar las acometidas y el sistema de alcantarillado, o que la tormenta parta las ramas de un árbol enfermo o podrido y que estas caigan sobre un coche o alcancen a un peatón para sanear la vegetación urbana; o que el deterioro progresivo derribe parte de un muro para reforzar los cimientos. Algo parecido ocurre con la salud. La mayoría de las enfermedades apenas nos preocupan, salvo que tengamos la mala suerte de padecer alguna y en ese momento pongamos el grito en el cielo porque faltan especialistas, medios o tratamientos, por la demora en la atención, incluso por la obligatoriedad de desplazarse para obtener un buen diagnóstico o una terapia eficaz.

 A las asociaciones que trabajan con personas que tienen un trastorno del espectro del autismo y con sus familiares, al igual que sucede con las que se ocupan de otras patologías, poco se las tiene en cuenta salvo cuando llega una fecha señalada o sacan a la luz pública una campaña de visibilización y concienciación. Y, sin embargo, el trastorno, las necesidades derivadas del mismo y la carencia de un número suficiente de expertos en los centros educativos y de programas de atención y apoyo están ahí los 365 días de cada año, visibles solo para quienes están en contacto directo con ellos.

Y si mal está que la sociedad en su conjunto se desentienda de aquello por lo que no se ve concernida o lo relegue a ese rincón espaciotemporal de una jornada conmemorativa o una campaña específica y mediática, peor  es todavía que las administraciones competentes hagan oídos sordos a las demandas de asociaciones como Autismo Palencia y Mundo Azul. Una mejora de la atención para lograr un diagnóstico temprano; la contratación de más pedagogos terapéuticos, logopedas y ayudantes técnicos educativos y una mejor formación de los docentes para la detección de los alumnos con esos trastornos y  la aplicación de los apoyos y refuerzos necesarios, es decir, más personal especializado que sepa encarar el problema y hacer que este no lo sea ni para el afectado ni para sus compañeros. No basta que un centro educativo tenga una sola persona de apoyo para todo el alumnos con discapacidades diversas. Hay que centrar la atención en cada caso y cubrir toda la diversidad y hay que adaptar en la medida de lo posible esos colegios para facilitar el aprendizaje y el desarrollo de quienes no llevan el mismo ritmo que los demás. Eso es. 

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